De la inevitable conquista erótica que siguió a la colonización del territorio, surgió la harto conocida herencia cultural y la herencia de rasgos físicos.
Pero, ¿qué ocurrió con nuestros genes? ¿A dónde nos ha llevado esa mezcla racial en cuanto a la predisposición genética a ciertas enfermedades? ¿Qué tiene que ver la herencia genética con la forma en que nuestro organismo responde a los medicamentos?
Hace cinco años, el Instituto del DNA y del Genoma Humano de la Universidad de Panamá inició un estudio para determinar cómo está compuesto nuestro fondo común de genes, es decir, qué proporción genética hemos heredado de cada una de las razas que a lo largo de 500 años han vivido en Panamá.
Los resultados sorprendieron a los investigadores: la población general del país tiene un gran 39.4% de genes de origen indígena, un 29.4% de genes de origen negro y un 31.2% de origen blanco. No se encontraron rasgos chinos, quizás por la tendencia que aún tienen las poblaciones asiáticas que viven en el país de procrear solo entre ellos o porque no ha transcurrido el tiempo suficiente para que se mesticen con otras razas.
Tomás Arias, director del Instituto del DNA y del Genoma Humano, explica que es sorprendente que los genes indígenas predominen de tal manera cuando en Panamá estas etnias fueron prácticamente eliminadas en la época de la colonia, y hoy en día, y según el último censo (2000), solo el 8.7% de la población panameña es indígena.
Sin embargo, el investigador explica que los resultados dejan claro que antes de quedarse en un número tan reducido de pobladores, los indígenas se mestizaron a gran escala. De manera que los genes siguen aunque la cultura no haya perdurado.