Uno de los aciertos más contundentes de la generación contemporánea de panameños ha sido la creación, en un sector de las bases militares que en el año 2000 nos fueron devueltas por los norteamericanos, de la Ciudad del Saber.
El nombre que le dieron y el propósito que le asignaron a este espacio otrora de uso bélico, regocija el espíritu y el intelecto de quienes sentimos veneración por el conocimiento y, en mi caso, también evoca una creación literaria que no ha dejado de reverberar en mi espíritu; Castalia, la ciudad eje de una novela inolvidable de Herman Hesse titulada Juego de Abalorios.
Allí, en la ciudad de Castalia, Hesse se nos anticipaba reuniendo a los jóvenes más dotados del país para que dedicaran sus vidas a la adquisición del saber.
Bajo la iluminada gestión de Jorge Arosemena y el irrestricto apoyo de una junta directiva idónea para esta actividad, la Ciudad del Saber ha venido creciendo y fructificando con un tino pocas veces logrado en los proyectos que inventamos los panameños.
Esta nota es para celebrar uno de los más recientes aportes de la Ciudad del Saber a nuestra cultura y a nuestro todavía liviano equipaje histórico: el libro Ciudad del Saber: un legado en construcción, cuyo objetivo, admirablemente logrado, fue el de inventariar, describir y justipreciar la arquitectura y el paisajismo recibidos en el gran patrimonio que son las antiguas bases militares edificadas por los norteamericanos en suelo panameño.
Este libro, además de dar a conocer las peculiares características, urbanas y arquitectónicas de toda una época, en palabras del director ejecutivo de la Ciudad del Saber, Jorge Arosemena R., debe también contribuir a que el público conozca más de cerca la transformación que estos espacios vienen sufriendo y los criterios que la inspiran, así como las medidas adoptadas y los proyectos que se realizan para la conservación y puesta en valor del legado arquitectónico y paisajístico recibido. Sus bellas e interesantes páginas recogen expertos escritos de Eduardo Tejeira Davis y una selección de maravillosas fotografías obtenidas en su mayoría de los archivos de la Autoridad del Canal y el Congreso de Estados Unidos.
El volumen reseñado no solo es un modelo de bibliografía bien realizada, sino que además satisface plenamente su cometido: le brinda al lector de hoy y de mañana la oportunidad de volver a andar sobre las huellas urbanísticas dejadas por el período de la construcción del Canal, por la presencia militar de los soldados estadounidenses en nuestro istmo y el servicio que así rindió nuestro país a la II Guerra Mundial. Ciudad del Saber, os saludo, me enorgullecéis.