Al rescate de la obra deGaspar Octavio Hernández

Al rescate de la obra deGaspar Octavio Hernández
Cortesía Carlos Alberto Mendoza

El 11 de marzo fue presentado el libro "Vida y obra de Gaspar Octavio Hernández" -el Cisne negro- con estudio preliminar de Alfredo Figueroa Navarro, en acto cumplido en la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero. Al acto asistieron el alcalde de Panamá, Juan Carlos Navarro; los miembros de la Comisión del Centenario de la Alcaldía, presidida por Carlos Alberto Mendoza; Rosa María Britton, presidenta de la Fundación Biblioteca Nacional de Panamá y un selecto público.

La obra forma parte de la colección "Biblioteca del Centenario" auspiciada por la Alcaldía de Panamá y posee 346 páginas.

En rigor, integra la segunda entrega de esta serie precedida, hace un año, por el libro "1903 en la prensa panameña", y que tiene como objetivo difundir un conjunto de obras que esclarezcan aspectos varios de nuestro pretérito, con el objeto de dejar una huella perdurable que no cese al finalizar los actos conmemorativos del Centenario.

Y es que la separación de Panamá de Colombia fue proclamada por el ayuntamiento de la ciudad de Panamá que hoy ha de animar, con el debido esplendor, las actividades del Centenario de la república.

¿Por qué recoge la Alcaldía de Panamá la lírica y la prosa de Gaspar Octavio Hernández? A esta interrogante se respondería formulando varias razones. En primer lugar, Gaspar Octavio Hernández es uno de los poetas emblemáticos de la nacionalidad. En segundo término, el autor del "Canto a la bandera" escribió su obra durante las dos primeras décadas del siglo veinte; es decir, la realizó en la centuria cuyos fastos conmemoramos. Una tercera razón estriba en recuperar, a través de su publicación, momentos de la vida del país -sus dos primeros decenios- captados por Hernández a través del verso y la prosa con sorprendente lucidez.

El compilador de esta obra declara que Panamá debe recuperar su rico pasado -en vísperas del Centenario de la República- difundiendo ampliamente las muestras del trabajo producido por la inteligencia panameña en todas sus áreas para fortalecer nuestro sentido de nacionalidad e incrementar nuestra autoestima como pueblo.

En el caso de Gaspar Octavio Hernández (1893-1918), afirma el compilador que se verificó la lucha de un hombre quien compuso su obra conjurando las adversidades de un destino ominoso.

En efecto, el cantor de la nacionalidad nació en un ambiente de pobreza extrema en el arrabal de Santa Ana. Pronto abandonado por su padre, experimenta la muerte de la autora de sus días en la infancia. Solo cursa hasta el tercer grado de la escuela primaria por problemas económicos. Para sobrevivir labora como barrendero de una empresa durante no pocos años y, rápidamente, lo debilita la tuberculosis.

Sin embargo, Hernández logra cosas singulares. Bien joven descuella como director de las más afamadas revistas literarias del amanecer republicano (como Nuevos ritos, Memphis y Esto y aquello). Si se inicia como uno de nuestros bardos modernistas más insignes, prosigue cultivando una prosa original, castiza e iconoclasta, que ahora -por fin- se rescata del olvido gracias a esta reciente publicación.

Gaspar Octavio Hernández se consagró además al periodismo desde los afanes de la cultura y terminó su vida como ilustre publicista de la Estrella de Panamá redactando un editorial en que despotricaba contra ciertos comerciantes que olvidaban colocar la bandera nacional en sus establecimientos al lado de otros pendones foráneos con ocasión del cese de la Primera Guerra Mundial.

Por ello, Gaspar Octavio Hernández ha sido considerado como un símbolo del periodismo panameño. Así, la fecha de su muerte -13 de noviembre- coincide con el día del periodista en la República de Panamá.

En escasos veinticinco años de vida, el autor del "Canto a la bandera" (1915) logró materializar una atrayente obra poética y una prosa digna de rememorarse en estos momentos fundamentales del país.

Manifiesta el compilador que de Hernández la posteridad recuerda principalmente sus poemas nacionalistas. Ello se explica porque, a la sazón, los poetas panameños fueron los más aguerridos defensores de la soberanía y los intérpretes del alma nacional.

En efecto, el Istmo carecía, en sus inicios, de intelectuales numerosos que defendieran su idiosincrasia de manera constante y persistente. De ahí que tocara desempeñar esa función nobilísima a nuestros hombres y a nuestras mujeres de letras. Así muy pronto surgen los nombres de Amelia Denis de Icaza, Ricardo Miró y Gaspar Octavio Hernández, como voces destinadas a exaltar nuestra especificidad como patria y como nación frente a fuerzas hegemónicas que reñían contra nuestra integridad. Esta coyuntura podría explicar cómo pervive la obra patriótica de estos escritores respecto de sus demás escritos casi siempre colocados en un segundo plano por la memoria colectiva de los panameños y las panameñas.

Por lo que respecta a Hernández, su poética atalayó otros horizontes poco frecuentados por los lectores actuales. Aparte de sus temas predilectos (como el amor y la muerte), Gaspar Octavio Hernández dejó textos líricos relativos a la ecología, a la defensa de la naturaleza, a la solidaridad hacia los desamparados que conviene rescatar.

Sería injusto solo salvar del olvido los poemas patrióticos de Hernández que engloban el 5% de su cosecha.

En punto a la prosa, maravilla comprobar que quizás esta sea más importante que la poesía por su contenido crítico y desmitificador que despliega en torno a las instituciones y los individuos de las dos primeras décadas de la república. El compilador llega a afirmar que la prosa de Hernández aventaja a su obra lírica cuando formula valientes escrutinios acerca de la atmósfera enrarecida que le tocó padecer al bardo en unos años signados por el conformismo, la inmadurez, la discriminación, el materialismo y el poco estímulo brindado a las artes y las letras.

En Hernández recayó la responsabilidad de justipreciar a relieves de la intelectualidad de sus días (Darío Herrera, Federico Escobar, Simón Rivas, Rodolfo Aguilera de la Guardia, Guillermo Andreve, Amelia Denis de Icaza, Edmundo Botello) y lo hizo a través de unas páginas memorables.

También calibró Gaspar Octavio Hernández, en prosa hermosísima, el aporte innegable de los escritores y periodistas morenos del arrabal de Santa Ana nacidos en la segunda mitad del siglo XIX y vigentes en la primera parte de la vigésima centuria. En este sentido, fue un defensor de su barrio natal y de sus valores espirituales que se prolongarán en la obra de Demetrio Korsi (1899-1957) y de Demetrio Herrera Sevillano (1902-50).

Hacemos nuestras las palabras de Hernán Porras cuando advertía que el arrabal de Santa Ana se intelectualizó y refinó en la segunda mitad del siglo diecinueve.

No debe desdeñarse la producción cuentística de Hernández ni sus discursos ni sus felices aportes a la crítica literaria que figuran en esta recopilación.

Finalmente, rescatando la obra válida de este definitorio escritor panameño se rinde homenaje a una figura excepcional de nuestras letras y al aún cercano siglo veinte que fue el escenario de sus meditaciones y batallas.

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