Esta semana se conmemora la gesta patriótica del 9 de enero de 1964. Esa fecha quedó marcada en nuestra identidad nacional. Para muchos, nuestra experiencia como país tuvo un antes y un después del 9 de enero de 1964. Justificadamente, nada resuena más que el sacrificio de los mártires, quienes dieron sus vidas por la causa de la soberanía territorial. Su recuerdo quedará grabado en los anales de la historia de nuestra República. Ese día, Panamá brilló (y sufrió) colectivamente. Sin embargo, como ante cualquier crisis, también afloró el liderazgo individual. En ese sentido, es imperativo recordar a quien fuera el presidente de la República durante esa coyuntura histórica: Don Roberto Francisco Chiari.
Ya en 1949, el presidente Chiari había demostrado su desprendimiento al renunciar a la Presidencia de la República ante sospechas de un fraude electoral, tan solo unos días luego de haber sido juramentado en su calidad de Segundo Designado. Quince años más tarde, ratificó su estatus de estadista al confrontar los acontecimientos del 9 de enero. Aunque estaba en su último año de gestión, en lugar de marcharse a su residencia en Aguadulce o a refugiarse en el Palacio de Las Garzas y endosarle el problema a sus Ministros de Estado, el Presidente dio la cara.
Recibió en la Presidencia el maltrecho pabellón nacional de manos de los desalentados líderes estudiantiles, en su mayoría menores de edad. Los escuchó y los trató como sus iguales. Eso demuestra sensibilidad humana. Lo que hizo después no tenía paralelo en nuestra historia republicana: rompió relaciones diplomáticas con los Estados Unidos de América. Dejó atrás un siglo de subordinación formal y miró a los ojos a nuestro más importante aliado estratégico. Situaciones como la “Tajada de la Sandía” y el movimiento inquilinario no volverían a repetirse a partir de entonces. Con su actuar, Chiari redefinió una compleja simbiosis histórica.
Hace unos años escuché la grabación de una conversación telefónica entre el presidente Lyndon Johnson, de los Estados Unidos, y el presidente Chiari, luego de la ruptura de las relaciones diplomáticas. El tono de ambos era marcadamente pausado y respetuoso. Ambos sonaban como estadistas buscando una solución a la crisis para beneficio mutuo. Ambos sonaban como líderes genuinos de sus respectivas naciones. No me cabe duda de que el buen manejo de la crisis por parte del presidente Chiari dio pie a los logros diplomáticos que le siguieron, comenzando por los Acuerdos Tack Kissinger, y culminando exitosamente con la firma e implementación de los Tratados Torrijos-Carter.
El liderazgo se manifiesta con el ejemplo. Don Roberto F. Chiari dio el ejemplo cuando su liderazgo fue necesario. Los acontecimientos del 9 de enero marcaron su gestión. Su magnitud opaca otros importantes logros e hitos históricos de su presidencia. Fue uno de los pocos mandatarios que completó su periodo presidencial previo a 1989. Durante su mandato, se construyó el Complejo Hospitalario Metropolitano de la Caja de Seguro Social, el Puente Thatcher Ferry o Puente de las Américas y, más importante aún, se implementó la “siembra de escuelas”. Don Nino Chiari fue, sin duda, un panameño ilustre.
Este año se cumplen cuarenta años de su fallecimiento. Considero que es el momento de rendirle un homenaje monumental a su memoria. Su legado histórico está íntimamente ligado al Canal de Panamá, incluyendo el primer puente, que el próximo año cumple sesenta años. Sería justo y propicio darle el nombre de: Presidente Roberto F. Chiari al cuarto puente sobre el Canal de Panamá, aunque sea seis décadas después. Esto no solamente honraría la memoria de un eximio panameño y sus cualidades de liderazgo, sino que también honraría la gesta histórica del 9 de enero de 1964.
El autor es abogado y docente universitario
