Desde que decidimos bajar de los árboles y nos fuimos alejando de los bosques para construir poblados, nuestra vida en comunidad ha sido la piedra angular de ese proceso. Siglo tras siglo hemos creado y perfeccionado cada uno de los grupos que la conforma, desde la familia como unidad básica, pasando por los diversos gremios, asociaciones, sindicatos, cooperativas, iglesias, hasta el conjunto de todos los diversos organismos que componen un determinado Estado; esto es lo que llamamos “la sociedad”.
El Estado, por tanto, es la estructura legal e institucional que reglamenta una sociedad dada; siendo el Gobierno el encargado de administrar ese Estado en un determinado período.
La sociedad está formada por agrupaciones que se van entretejiendo y cuyo amarre superior es el conjunto de instituciones encargadas de ordenarlas y orientarlas. El Gobierno de un Estado es el punto de encuentro por el cual uno o varios grupos o sectores, por diversos motivos y medios, cumplen la tarea de dirigir, a través de las instituciones, de una manera dictatorial, autocrática o democráticamente, los destinos de todos los colectivos que, de acuerdo o no con tales o cuales medidas asumidas por dicho sector en el poder, participan en el desarrollo de un país.
En los primeros inicios de la civilización, la absoluta mayoría de la población era totalmente ignorante, los problemas de control del poder eran determinados por medidas de facto, las contiendas en pugna por el gobierno eran extremadamente sangrientas, incluso el comportamiento social y los gustos personales de la mayoría de la población estaban determinados por la violencia.
La vía democrática nace como consecuencia del desarrollo cultural de los pueblos que se amplía a cada vez más sectores, haciéndose difícil llegar a acuerdos por reuniones simples. En su maduración intelectual adquieren posturas y opiniones frente al “qué hacer” y reconocen que el camino, para ponerse de acuerdo, no puede ser navegando sobre ríos de muertos, entre esos grupos que han alcanzado niveles superiores de entendimiento.
Ello genera tres instancias de poder en la que participan los grupos más representativos, en función de la fortaleza y la incidencia que cada uno tenga en el conjunto de la sociedad, los son: el poder Legislativo, el poder Judicial y el poder Ejecutivo. Esta nueva visión, que emana del desarrollo cultural, implica que sean en elecciones y no en campos de batalla donde se determine quienes son los mejores, así como del grado de participación de cada grupo en el cogobierno.
Estos mismos procesos y por las mismas causas y razones, son los que se aplican a lo interno de las diversas organizaciones. El grado de maduración, perfeccionamiento y nivel humano e intelectual de cada uno de nosotros se pone a prueba en el manejo del poder en nuestros pequeños grupos en los cuales se presentan, en nivel micro, todas las mismas motivaciones, de diversidad de objetivos, prioridades, intereses personales, colectivos y de liderazgo, que a nivel macro entre los sectores en pugna por el poder del Estado.
Por tanto, los que ganan en una elección están obligados a cogobernar a partir de leyes y un sinfín de reglamentos que permita la igualdad de condiciones. De tal forma, que las decisiones que se asuman sean de provecho para la mayoría. Cuando se violentan estos postulados la sociedad se estanca, solo un sector se beneficia; el atraso y las necesidades crecen indefectiblemente y sus consecuencias son la violencia desenfrenada.
La no existencia de caminos de participación induce obligatoriamente a la violencia.
En Colombia, por ejemplo, solo votan en las elecciones un promedio del 30% de la población apta para tal fin; sus poderes no son verdaderamente representativos. El comportamiento interno de sus diversos organismos sociales y grupos políticos, dado que son la base del Estado, es igualmente autocrático. Los partidos, en ese país, son un ensamble antidemocrático de muchos y diversos grupos sin unidad de criterio real ni de participación; por lo cual, una elección interna no es más que un parapeto para dividirse una y otra vez. Finalmente, los resultados de una sociedad con particularidades que representan significativos atrasos en la comunicación humana es evidente... y la principal responsabilidad de este canibalismo lo detentan sus grupos oligárquicos, que se mantienen en la dirección del Estado y cuyo pensamiento político se ha quedado rezagado en la historia.
Nosotros fuimos parte de esa realidad plagada de muerte y traición, cuyo epílogo se encuentra en la Guerra de los Mil Días y en el fusilamiento injusto y rastrero de Victoriano Lorenzo.
El 3 de noviembre de 1903 rompimos de raíz con esa tradición de obstrucción al progreso de la naturaleza humana y luego de 100 años transitamos por un camino sin violencia, mientras nuestros vecinos están sumidos en el apocalipsis. ¿Seguro, señor Presidente, que esto es lo que usted desea?
No se equivoque, no existen pueblos pacíficos ni mucho menos cobardes.
