No somos tan independientes de la naturaleza ni tan racionales como creemos. Estamos sujetos a cambios inherentes a los efectos causados por las implacables leyes que rigen el universo.
Como sabiamente lo expresara el ilustre Steve Jobs (q.e.p.d.) “La muerte es el mejor invento” de la naturaleza, porque abre el camino a lo nuevo, a mejores formas, diseños y sistemas, tanto en la evolución y transformación de la materia como en las áreas del desarrollo humano.
Los fenómenos sociales, culturales, políticos y económicos que han venido transformando la humanidad, a lo largo de nuestra existencia como especie, son parte de un proceso de evolución consistente con las leyes que rigen el universo.
El fenómeno social de los indignados que, como un incendio que toma cada vez más fuerza, avanza propagándose a lo largo y ancho del planeta, es el inicio de la etapa terminal de un viejo y anticuado sistema socio-económico y político moribundo que, por selección natural universal, está condenado a extinguirse para dar paso a un nuevo orden de coexistencia y desarrollo de la humanidad.
Están muriendo esquemas sociales que han persistido en la historia desde los tiempos de la aparición del homo sapiens los cavernícolas, el tribalismo, la agricultura, la esclavitud, el feudalismo, las monarquías, el comunismo, el capitalismo, la era industrial y nuestra era contemporánea con la famosa tecnología, con un pobre avance del humanismo en términos de amor al prójimo, justicia social, equidad e igualdad de oportunidades.
El actual capitalismo globalizado es un sistema que pone en la cúspide de la pirámide al “sagrado capital” y no al ser humano ni a los nobles valores. En el capitalismo el ser humano es tratado como un sujeto del capital, un sistema en el que el ordenamiento jurídico y socio-económico que rige las relaciones entre el individuo y los agentes poseedores del capital tiene como objetivo primordial proteger al capital, aun por encima de la dignidad y del derecho a la vida del individuo, quien en esta relación es considerado como un recurso para explotar y aprovechar a favor de la acumulación del capital en manos de los agentes capitalistas, ya sea gobierno, empresas u organizaciones con fines de lucro nacionales o multinacionales, bancos, etc...
Por suerte, las leyes universales son implacables e infalibles y la energía incoherente y destructora que emana de la injusticia social está corroyendo los cimientos de un sistema esclavista, muy bien disimulado y engranado.
El movimiento de “Los indignados”, que se expande a nivel global, es una clara advertencia dirigida contra un estatus quo de injusticia social, próximo a desintegrarse para liberar a millones de espíritus, mentes y voluntades esclavizadas, “civilizadamente”.
