Es posible que logremos aparecer en el libro Guinness de Récords, con el gigantesco sancocho del centenario que se cocinará en una olla fabricada especialmente para esta loable y original actividad a beneficio del Hospital del Niño, iniciativa de la empresa SUCASA. Para no quedarme atrás, decidí preparar un sancocho a la Moscoso en el que voy a poner a cocinar con candela alta a los que nos traen por la calle de la amargura y la desesperanza. ¡Un fijo para el Guinness! En primer lugar voy a condimentar politicastros con el picadillo que hizo la presidenta con la Ley de Transparencia y la Comisión Anticorrupción; con buen punto de sal de frustración, 20 libras de morbosidad, 25 de ajo investigativo, cinco de cebolla llorona, y cinco de orégano chismoso cocinaré relojes Cartier; un helicóptero HP-1430 con todas las balas que le metieron para hundirlo; la pachangosa casa de Punta Mala y su licitación, licencias para marinos que no lo son; la ratificación de los magistrados de la Corte Suprema Winston Spadafora y Alberto Cigarruista; Cadillac; las cuentas de la X Cumbre Iberoamericana y del Festival de la Juventud; los afudólares del CEMIS, y los miles de dólares del congelador de Dalvis Sánchez, directora administrativa de la Presidencia. Una vez todos lo ingredientes están bien adobados, se agregan al abundante caldo de la corrupción en pleno hervor. Como el sancocho no está completo si no se acompaña con arroz blanco, por estrechez económica cocinaré miles de quintales del misterioso arroz de bajo precio que vende tan barato el legislador Gálvez, y algo del arroz contaminado con el hongo tilletia barclayana que el MIDA dejó entrar al país.
Por lo magro de mis recursos económicos no dejaré que el ministro Delgado, de Economía y Finanzas, me lleve las cuentas pues es capaz de manejarlas como maneja las de su ministerio: muy mal. Si logro convencer a Fighali, es posible que me consiga algo de dinero con la facilidad con que consiguió que el Gobierno aflojara para el Miss Universo. Y como no podré contratar a ninguno de los chef que fueron a Mónaco, le pediré a mi comadre Charlotte, prominente dama de Curundú siempre desempleada, que me dé una mano; también a Alvaro Naranjo Salazar, banquero colombiano y ¡embajador especial plenipotenciario en misión especial de la república de Panamá! ¿Qué misión hay más especial, que ayudarme con un sancocho en el que es protagonista importante? Para prender el fogón pediré ayuda a los peloteros de Titi Alvarado emplanillados en la Asamblea Legislativa; a la asesora analfabeta que nombró en el mismo lugar el legislador Enrique Garrido, y a los que cobran cheques mita y mita en la planilla de la Legislativa.
La olla del sancocho la voy a poner en la Avenida Balboa frente a la Contraloría; la montaría en la isleta después de tumbar los árboles del lugar, segura de que el contralor Weeden ni se enterará, ocupado siempre en mirar hacia los sitios equivocados. Después de todo, si allí hace unos años se construyó el hotel Tapamar y hace unos días, para el puente privado del multicentro se arrasó con acera, palmeras, barandas y fondo de mar sin permiso de construcción ni el estudio de impacto ambiental necesario, ¿por qué no puedo hacerlo yo? Conociendo la pasión de la presidenta por los cortes de cinta y las inauguraciones, le concederé el privilegio del primer cucharón, con pindín y todo; lo que recaude no lo ofreceré para paseos a Mónaco, ni para terminar de remodelar la casa particular de doña Ruby Moscoso y no le pediré a Dalvis Sánchez que me guarde la ganancia en su congelador. La donaré a Nutre Hogar porque hay mucho muchachito desnutrido por la pobreza, y también ayudaré a Hogares CREA, que bastante lo está necesitando.
El sancocho auténtico, dicen los entendidos, solo necesita gallina (de patio, preferiblemente), el ñame, la yuca (opcional), culantro, orégano, ajo, cebolla, etc.; al paso que voy, con tantos ingredientes, mi sancocho corre el riesgo de resultar guacho una vez le agregue fincas que se venden por debajo de su precio real; escandalosos fallos de la Corte Suprema de Justicia contra los recursos de habeas data; empresarios maleantes que revolotean alrededor de la presidenta; carreteras especiales para fincas de altos funcionarios; la misteriosa e influyente asesora presidencial costarricense; ministros incompetentes; legisladores vagos, bufones y caradura; nepotismo; transportistas vende cupos, etc.
¿Por qué les doy la receta del sancocho? Para que no olviden cómo se destruye la prosperidad de un país; para que no olviden cómo se llega a las vergonzosas calificaciones de Transparencia Internacional; para que recuerden cómo se usa el poder para la rapiña personal y para satisfacer caprichos personales (Mónaco); para recordarles por qué aumenta el desempleo y la pobreza. Para pedirles a los candidatos Alemán, Endara, Martinelli y Torrijos (aclaro que están en orden alfabético, no de preferencia), ¡que nos eviten cinco años más de este vía crucis! Para pedirle a los ciudadanos, que no se dejen engatusar por promesas descabelladas y falsas; para que les nieguen el voto a los candidatos con malos antecedentes; a los que carecen de valores morales y de la preparación académica e intelectual indispensables para gobernar un país. El sancocho a la Moscoso resultó con un sabor tan malo, que ni con mucho culantro fresco se le disimula.