Hay películas que un actor o actriz conocida por el público la escoge, así no más, y todo fluye.
Su solo nombre en el proyecto ayuda a que la futura película se haga más rápido.
Su director, entonces, tendrá posiblemente que ceder a ciertas licencias, como que la trama de la producción gire en función de ese intérprete que le facilitó el proceso para que su cinta se rodara y se estrenara en mayor cantidad de salas que si hubiera optado por un principal don nadie.
Entonces se filma la película, se edita y se proyecta. ¿Qué pasa si cuando quien brilla es el otro, el actor secundario, el que no tiene tanto pegue en los medios de comunicación ni es tan conocido entre la audiencia? ¿Qué pasa cuando el que tiene la función de ser el soporte de la supuesta estrella, es quien salva la producción de un naufragio de calidad?
Un caso reciente es Loco por ella, que en teoría es la clase de película que la estelar debe lucir superior siempre, pero no es así.
Jennifer Aniston es la que debería ser la más divertida y la más encantadora en su papel de Kassie, una mujer joven adulta que al no encontrar a su príncipe azul (un tema cada vez más recurrente en Hollywood y en el mundo real de acá afuera) opta por la inseminación artificial y así conformar una familia, aunque no esté el padre presente de ninguna manera.
¿Qué pasa? Después de siete años, Kassie se vuelve a encontrar con su amigo Wally (Jason Bateman), a quien presenta a su niño de siete años Sebastian (Thomas Robinson) y ambos hacen buenas migas de inmediato.
¿Qué ocurre? Que Jason Bateman y Thomas Robinson son realmente el alma de Loco por ella y no Aniston.
¿Por qué? Básico, Bateman y Robinson tienen una química especial, se sienten a gusto el uno con el otro, la cinta es otra, para bien, cuando ellos dos dominan la escena, quizás porque sacan mejor provecho de sus respectivos diálogos y porque la esperanza del espectador está supeditada a que uno sea el padre del otro.
Más allá de lo sentimental, más allá de que la audiencia siempre quiere encontrar en el cine la felicidad que a veces no encuentra en su propia vida, Bateman sí sabe lo que es ser divertido y tierno al mismo tiempo, más en una comedia como esta que tiene más de drama que de romántica, pues lo que nos interesa en el fondo es que un hombre bueno está solo y que un chico bueno necesita a un padre tanto como a una madre, y no tanto si Kassie es feliz o no con la posibilidad de hacerse pareja de Wally.
