Semanalmente, al momento de escribir estas líneas, son muchísimos los temas que se agolpan en mi entendimiento. Inicio un proceso de eliminación, voy rotando los sucesos y atrapo los que pueden ser más interesantes a mis lectores. Por varios minutos me entretengo ordenando mentalmente todos los argumentos y no diría que entro en éxtasis para luego dar rienda suelta a la escritura. En éxtasis entraba la exquisita declamadora Berta Singerman en los instantes previos a sus disertaciones.
Parecía una diosa egipcia con su mirada perdida, con mantos enigmáticos y de súbito irrumpía en su inigualable cascada de versos escogidos. De allí en adelante era el auditorio el que entraba en éxtasis, en misteriosa relación con lo inefable. Ella tenía un repertorio cautivo, extraído de todas las inspiraciones de poetisas y de poetas que en el mundo han sido e iba desgranándolo con tal fluidez y encanto que la noche se convertía en segundos y los segundos en trinos del talento. Yo asistí a su última presentación en Panamá, en compañía de mi esposa Sydia y de don Carlos Sucre Calvo y de su esposa Yolanda Camarano. En mis recuerdos guardo bien los detalles —gestos y palabras— que me obligan a pensar que existen toques divinos en algunos seres excepcionales.
Al encontrarme hoy captando hechos que conmueven, espantan y fatigan el entorno, viene a mí aquella estampa de la declamadora mundial, desde luego con diferentes misiones y sin ninguna analogía porque ella navegaba en el mundo de los serafines y yo selecciono los temas en un escenario de lágrimas, crispaciones y sangre.
¿Acaso se puede ocultar el impacto de la maldad que descuartiza al Oriente Medio? ¿O podrá existir perversidad mayor que la vigente en Irak, creada, tal perversidad, para enfrentar a unos y otros de la misma raza mientras los invasores siguen en su misión de conquista y de exterminio?
Lo que ocurre en el mundo no es fruto del azar, es la respuesta a ciertas acciones provocadas, diabólicamente planificadas. El irrespeto a la fe religiosa del pueblo musulmán se concibió innegablemente en los pupitres de la Inteligencia mundial ¿Con qué propósito? En primer lugar para acabar con el prestigio y la razón de ser de la organización de las Naciones Unidas como organismo garante de la paz mundial. En segundo lugar para que el equilibrio del globo no dependa de la vigencia del derecho sino de la suma de los poderes bélicos. En tercer lugar para que la riqueza estratégica esté sometida a los intereses de los poderosos.
El Oriente Medio incendiado y la sociedad musulmana —más de mil 300 millones de seres— enardecida, constituyen hechos indicadores de peores tiempos por venir. Existen otros detalles. Debe recordarse que la Segunda Guerra Mundial tuvo su preludio de sangre en España. Allí las fuerzas nazi fascistas estrenaron sus armas de destrucción masiva; allí se provocó una guerra civil que no recibió la debida y oportuna atención del mundo democrático.
A pesar de los cambios dados en España después de la muerte del dictador Francisco Franco, ahora como que se viene dando, cada día más intensamente, una guerra civil verbal entre la derecha y la izquierda. Como que aún existen las dos Españas que se masacraron mutuamente en un momento trágico de su existencia. El tono de esta guerra civil verbal es preocupante porque políticamente España viene caminando en el filo de la subversión ideológica. ¿Se desea volver al alzamiento franquista? ¿Todo es parte de una planificación internacional con España nuevamente como conejillo de Indias?
En la España de hoy en la confrontación entre las fuerzas políticas, se destila más odio que sensatez, sobre todo de parte de las fuerzas opositoras. Los presagios son terriblemente alarmantes.
Y ¿qué ocurre en Panamá? ¿Cómo está la oposición política? Sin duda no sale aún de los enconos internos luego de la derrota electrónica. El TLC sigue su rumbo antiproducción agraria y antisociedad agraria. Los senadores de la derecha norteamericana continúan amenazando con algo incierto al comentar de modo reiterado que los puertos canaleros de Panamá están en manos asiáticas, sin advertir que el 80% de los terminales portuarios de los Estados Unidos está en manos extranjeras.
Y ¿el gobierno? Tranquilo, viajando, placenteramente, arrullado con el silencio de sus adversarios. Es que existen silencios que arrullan, como los divinos de Berta Singerman antes de iniciar sus viajes hermosos en el cielo azul de la declamación y de la poesía.
