Prescribir el conocimiento de ciertas materias y el dominio de algunas habilidades a todos los estudiantes es ir contra la filosofía de la democracia. Empero, ¡cuán aventurado es implantar una educación ideal para todos los hombres, en todo tiempo y lugar! Es posible descubrir los esenciales mínimos de una buena educación para todos los hombres, dentro de cierto periodo de una cultura dada, pero aquí la palabra eje es “necesidad”. En educación, una necesidad es escasez, carencia o falta de cualquier cosa, cuya obtención es condición necesaria para la realización de un fin deseable. Pero nada es más conocido que el contraste marcado por los educadores modernos entre la educación integral y la educación práctica.
No es fácil trazar líneas firmes y precisas de demarcación. En el mundo moderno, la educación integral siempre ha sido una empresa seria, pese a la existencia de algunos estudiantes que no la tomaron en serio, que la consideraron como un adorno personal o una muestra de superioridad social. Una educación en artes liberales, por ejemplo, era de hecho preparación suficiente para muchas carreras. En el mundo contemporáneo continúa ocurriendo así, pero el hecho se oculta llamando a unas carreras “profesionales” y considerando a otras como “oficios”. Se explica por el hecho de que la mayoría de los “oficios”, en tiempos ordinarios, traen consigo menos poder, menos dinero y menos prestigio a los ojos de la comunidad, que la mayoría de las profesionales.
A partir del presente año escolar, el Ministerio de Educación ha dispuesto implantar una “transformación curricular” en el nivel medio, aunque algunos profesores se oponen, argumentando desconocimiento del contenido. Esta confrontación entre el Meduca y los docentes hay que superarla mediante el diálogo (para llegar a un consenso) porque son los profesores en el aula los únicos responsables del éxito o fracaso de los cambios propuestos. Todos los grandes educadores del mundo moderno, pese a sus diferencias acerca de lo que constituye la mejor educación, están acordes en que debe ser completa, en el sentido que debe preparar a los hombres y mujeres para cumplir con sus deberes como ciudadanos.
Pero el ciudadano no es solamente una entidad “política”, es un productor, un consumidor, un luchador potencial, un crítico. A veces es más de una u otra de esas cosas, pero todas están relacionadas. El problema fundamental de la educación práctica (que define la “transformación curricular” del Meduca) es en gran parte un adiestramiento para el trabajo. Si se la debe considerar como una forma de adiestramiento práctico al servicio del comercio, la industria y del gobierno, o como un aspecto de la educación integral, en que la preparación para carreras en la industria y el gobierno se justifica, por la personalidad en el desarrollo y por intereses del país.
No obstante, la educación práctica, como un adiestramiento para el trabajo, es una amenaza para la educación democrática porque tiende a hacer consciente al individuo adiestrado para el trabajo, únicamente de sus responsabilidades tecnológicas, pero indiferente a los “fines”, considerados como de la incumbencia de otro especialista. Su principal preocupación es “obtener un trabajo”, y después “ejecutar un trabajo”, sin importar la dirección política y las consecuencias morales. Los programas sociales se juzgan según ofrezcan o no proporcionar los trabajos para los que el técnico es adiestrado.
Una educación estrictamente práctica, sin perspectiva cultural u orientación social, sin el conocimiento de los principios científicos, considerados de manera amplia, no disciplinada por un método crítico que determine hasta dónde es pertinente a los métodos de pensamiento técnico, es peor aun para los fines democráticos que un adiestramiento estrictamente científico, que, como una clase especial de profesionalismo, es malo a su modo; ya que los problemas en el trabajo, son aplicaciones del conocimiento científico en contexto de valores sociales y relaciones humanas. Y son precisamente estos los que la educación práctica convencional desdeña persistentemente.
Hay que esperar el día en que en vez de usar a los individuos como instrumentos de producción de riqueza, la economía se conciba como un instrumento para fomentar el desarrollo integral de los individuos en una sociedad democrática.
