Constantemente vemos, en los medios de comunicación, noticias de las nuevas tecnologías que el Sr. presidente Ricardo Martinelli considera positivas para las necesidades de modernización de los panameños y que le servirán para vivir mejor; las laptop para estudiantes y profesores de colegios públicos, la internet inalámbrica en más de mil localidades o áreas comunitarias, y por último el e–gobierno o gobierno electrónico, todas estas desarrolladas en países de primer mundo.
Esta propuesta de uso de tecnologías del primer mundo, como política de innovación en los servicios o acceso a sistemas virtuales para el manejo de información de todo tipo, en un país como Panamá, que entre otras características es clasificado de tercer mundo o tercermundista, con una economía de servicios en crecimiento constante (construcción de hoteles y ampliación del Canal de Panamá), con un sector agropecuario en condiciones precarias, con una considerable población en pobreza (Red de Oportunidades y 100 a los 70), con un sistema educativo con serios problemas, particularmente en materia de reforma curricular (beca universal), con una canasta básica y un combustible en constante aumento y con una de las peores distribuciones de riqueza de la región, con este panorama: ¿Cómo se puede conjugar la tecnología del primer mundo en un país tercermundista?
Es como vivir en una casa sin luz eléctrica, con paredes y techo de zinc, piso de tierra, con la paila vacía, pero con un auto 4x4, un aire acondicionado nuevo de 24 mil btu y un televisor, tipo plasma, de 47 pulgadas.
La tecnología del primer mundo es el resultado de sociedades que han superado los problemas educativos básicos y han entrado a desarrollar el conocimiento en toda su plenitud, desde hace mucho tiempo. Son países donde sus trabajadores reciben salarios que se corresponden con el costo de la vida, donde sus derechos al trabajo, a su libertad de expresión y todas las otras bondades que ofrece la democracia les han sido otorgadas no per se, sino por las luchas que han realizado.
En Panamá, la compra y uso de tecnologías del primer mundo están beneficiando, en primer lugar, a los vendedores de estos aparatos o sistemas, a los grupos organizados de personas que ven en ellas una forma de violar la leyes para dedicarse a la delincuencia y otras malas conductas, a una población minoritaria que tiene acceso a todas estas facilidades que se ofrecen y que, realmente, las utilizan a plenitud, ya que estas tecnologías están pensadas para una sociedad de primer mundo en todo su contexto y no de contextos tercermundistas.
Es evidente que producir tecnologías es un negocio que resulta mejor mientras más se venda, indistintamente de quién lo compre y si lo sabe usar o no.
