La política económica internacional presenta características que podríamos denominar como severas y agresivas; las grandes transnacionales, el neoliberalismo, la globalización y los grupos económicos poderosos, junto a la tozudez de quienes nos dirigen, plantean desastrosas consecuencias por el absolutismo existente, similar al de los siglos XVII y XVIII, es como retroceder en el tiempo.
El resultado es una combinación de opulencia, arrogancia e inseguridad, con la que se trata de ocultar la inseguridad económica en todo el mundo.
Los tozudos asimilan y robustecen los pensamientos irracionales para, posteriormente, controlarlos y controlar a las multitudes. Ellos consideran que el resto de los mortales debe estar siempre de acuerdo con sus planteamientos, “nadie debe pensar diferente a mí”; sienten que debemos admirarles, sin contar que cualquier variación alejada del pensamiento absoluto les generan patología emocional.
Es fácil reconocer a un tozudo, son argumentativos, intolerantes, controladores y arrogantes; ante cualquier actuación negativa o errada de su parte nunca admiten equivocación ni sentimientos de culpabilidad, vergüenza o resentimiento, ni hacia ellos ni a los que les rodean.
Tienen la necesidad irracional de controlar todo lo que pueden. Disfrazan su personalidad y tratan de convencernos de su magnanimidad, de que son agradables y caritativos, aunque lo único que hacen es engañarse a sí mismos y a aquellos a los que pueden engañar.
En definitiva, el comportamiento del tozudo raya en la insensatez, porque no escucha consejos ni le interesa; no investiga ni le interesa; no entiende ni se preocupa por entender, y si no pensamos como ellos, sencillamente, no somos parte de su team.
Una vez que el tozudo se convence de que estaba equivocado, sufre una catástrofe emocional; se sienten disminuidos y esto para ellos es un insulto, por lo que terminan en una sala de cuidados intensivos, incapacitados y necesitan tiempo para recuperarse del desplome.
Cuando individuos con estas características, en contubernio con otros semejantes, llegan al poder, se observa un conjunto de identidades distorsionadas. Recordemos a Hitler, el personaje más enigmático del siglo XX, quien ganó por mayoría absoluta, pero tanto sus acciones como las de sus seguidores sacudieron negativamente al mundo entero.
Es hora de aprender la lección y tener el cuidado necesario con estos macropersonajes.
La democracia de nuestro país experimenta acontecimientos dramáticos. Nuestra nación parece una embarcación sin motor e incluso con rumbo equivocado. Lo más lamentable es que conociendo la nefasta historia y la suerte de los tozudos, en diferentes épocas, no enmendamos el rumbo.
La gran interrogante que nos hacemos es ¿dónde está el sentido común de nuestros gobernantes? ¿Cuáles son los paradigmas de nuestra sociedad? ¿Hacia dónde caminamos?
Los panameños añoramos tener a verdaderos líderes, que amen de manera honesta y desinteresada a nuestra nación; que no la saqueen, se la repartan ni la destrocen.
No olvidemos que las victorias, especialmente las manipuladas y amañadas, pueden volverse en contra del manipulador y destruir todo lo que se pone por delante y, cuidado con el lado oscuro del triunfo, pues no se sabe lo que esconde.
En definitiva, el tozudo es un testaferro de sus intereses personales, económicos y políticos, que nada tienen que ver con el interés del bien común, porque poco le interesa un departamento, un nosocomio, una nación ni el mundo entero, con tal de beneficiarse él y sus familiares.
Por todas estas razones, los panameños debemos mirar con lupa la recesión económica mundial, las próximas elecciones y evitar la manipulación del poder votante. Debemos decir no a la arbitrariedad y a la burla administrativa; no a la parcialización de actuaciones; no a la infracción de la norma legal; no al abuso del poder y frenar el avance de los individuos tozudos y desvergonzados.
