Soltar el libro que estoy leyendo para ponerme al día con lo que ocurre en Panamá y en otros países, es un cambio que pocas veces resulta grato. De vez en cuando una buena noticia aparece como un rayo de sol que ilumina la oscuridad de este mundo convulsionado por guerras, tiranos, pobreza, asesinatos, narcotráfico, injusticia social y pasiones mezquinas. Me resultan más fáciles de entender, porque son propios de la naturaleza y ajenos a la voluntad del hombre, los terremotos, los huracanes o la erupción de los volcanes.
Si pudiera dejarme ganar por la indiferencia mis neuronas lo agradecerían; así no se interrumpirían las satisfacciones y las alegrías que disfruto gracias a que no he perdido la capacidad de encontrarlas en la familia, en la gente buena, en el trabajo o ante un colibrí libando el néctar de una flor. Aun así, rehúso unirme a los que no se indignan ante la injusticia y la mentira; a los que no se conmueven con el dolor ajeno, porque son cosas que pasan en otros lugares, “que no me pasan a mí”. ¿Para qué hacerse mala sangre si es más cómoda la indiferencia, el dejar que todo pase, porque así son las cosas y no las puedo cambiar? Vivir con esos criterios es lo que permite que abusen el patrón, el gobernante, el comerciante.
Recientemente recibí un correo sobre una ranita a la que meten en una olla con agua fresca, ¡qué rico!; poco a poco le fueron calentando el agua y la ranita disfrutaba de la tibieza del agua, ¡qué relajante!; cuando el agua empezó a hervir ya era tarde para la ranita, ya no podía brincar para salirse del agua; poco a poco la cocinaron. ¿Podría ser nuestro final como el de la ranita de la historia? ¡Claro que sí! Por muchos años nos han estado calentando el agua y confiados, no brincamos: nos acomodamos. Recordé la historia de la ranita, al repasar los diarios de varios días, con WikiLeaks y PanaLeaks pasados y actuales.
¡Qué capacidad de aguante el nuestro! Llegué a la conclusión de que la temperatura nacional actual marca fiebre y el Gobierno, marchando a ritmo de conga dolarizada, e interesado en asuntos de “mayor envergadura”, presta escasa atención a las manifestaciones aisladas, poco organizadas pero casi diarias, hoy por una cosa, mañana por otra. Por la inseguridad; por la falta de agua; por el imparable aumento en el costo de vida; por obras caprichosas, desmesuradas. Los economistas de gobierno (sobre todo) afirman que alcanza para todos los proyectos que están andando. Otros sostienen lo contrario; que hay derroche, improvisación, y cálculos fantasiosos.
Dice la sección Economía (La Prensa 18/5/2011): “El Gobierno se quedó corto en sus pronósticos, tanto de crecimiento económico como de los ingresos que esperaba producto de la reforma tributaria”. Los ingresos tributarios indirectos (el ITBM que nos tiene crucificados), aumentaron en un 40.6%. ¡Claro que les entró más dinero que el que calcularon! ¿Cómo no, si nos están exprimiendo con el aumento de impuestos y la creación de otros? ¡Con razón todo lo ven color de rosa! Y la silla presidencial 2014 en la mira.
Cito el escrito Ver más allá de las narices del escritor Pedro Rivera O. en “Temas de nuestra América”: “No es que tengamos una visión pesimista de la historia. Son los hechos los que cuentan. El espejismo de la abundancia en el que se sustentan algunos sectores de las capas medias y superiores, sobre todo en las urbes, se desmoronará como un castillo de naipes cuando las legiones de hambrientos de los suburbios y el campo (en plena fase de crecimiento) reclamen un pan con mantequilla”. Ojalá que nunca lleguemos a ese punto, pero el espejismo al que alude el escritor es el que estoy viendo.
El presidente Martinelli y sus allegados están molestos con los periodistas por divulgar asuntos como los que menciono arriba. Y los invita a “dialogar”. ¿Desea que los “suelten”; qué ignoren las críticas de profesionales serios de la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos, y de analistas financieros que califican la compra de los corredores como un pésimo negocio para el país; el gran rechazo ciudadano al costoso capricho de la torre Godzilla que apagará el brillo histórico de un hospital que guarda la visión y la trayectoria de Belisario Porras y afectará negativamente los dos hospitales en el área? A propósito, ¿se salvará del negocio inmobiliario el hermoso edificio de los Archivos Nacionales, también de la administración Porras?
Gracias al libre ejercicio del periodismo y a nuestro derecho a la información, siempre, antes y ahora, nos enteramos de lo que las autoridades no quisieran que se divulgara. Ese derecho es el que nos permite conocer las luces y las sombras en la gestión pública. El Gobierno gasta millones para publicitar lo que hace (y hasta lo que ni siquiera está cercano a hacerse). Es nuestro derecho la información libre y sin mordazas, y a espacios para decir a los gobernantes lo que pensamos de sus actuaciones. Bastante gente tienen para decirles lo que les complace oír. Por eso es bueno saber el triste final de la ranita del cuento.