El portafolio en el aula es una muestra concreta del aprendizaje del niño por un tiempo específico. Un portafolio bien elaborado proporciona al estudiante, al padre y al maestro una evaluación más completa de lo que ha aprendido a largo plazo, más que el aprendizaje por trocitos que nos muestran los ejercicios escolares.
Aunque se pueden hacer en cualquier materia escolar, muchos consideran que poseen mayor aplicación en el área de español. Sin embargo, el portafolio no tiene que ser armado únicamente con piezas escritas. Puede incluir vídeos, fotos, una lista de libros leídos con sus respectivos comentarios, escritos, dibujos, grabaciones en casete del niño leyendo o dictando un cuento, etc. Tal vez es más fácil definir con mayor claridad en qué consiste un portafolio, cuando determinamos lo que no es más que lo que debe ser:
* No debe incluir los fracasos del niño. Un portafolio es una muestra de su progreso.
* Un portafolio sin un propósito establecido claramente desde su inicio, se convierte en una mera colección de trabajos del estudiante. Esta no es la idea de un buen portafolio.
* No debe ser armado por el maestro, sino por el estudiante. Esto es vital; si el docente se pone a armar portafolios de cada alumno, será una pérdida excesiva de tiempo. Además, el estudiante no aprende nada del proceso que implica armar un portafolio, que es donde reside su valor real. Un portafolio debe ser el resultado de una reflexión cuidadosa del estudiante, quien deberá decidir -basándose en parámetros establecidos por el docente- cuáles de sus trabajos deberán formar parte del portafolio.
* Jamás debe ser utilizado para comparar al niño con sus compañeros. No se recomienda colocarle una nota al portafolio. Sin embargo, si ha de hacerlo, no deberá establecerse basada en una comparación con el portafolio de sus otros compañeros. Más bien, si cumplió con los requisitos del tipo de trabajo que determinó el maestro, debía incluirse como parte del portafolio cuando se inició su colección.
Hay varios tipos de portafolios: los hay que incluyen una colección de los mejores escritos del estudiante; otros son ejemplos de escritos diversos, como poesías, cuentos, narraciones realistas, etc. También están los portafolios que detallan un proceso, o sea cómo una pieza escrita va siendo creada desde la idea original hasta el escrito final. Otros son portafolios de desarrollo y crecimiento; muestran mejoría en un área específica de trabajo. Y finalmente están los portafolios que muestran únicamente los trabajos favoritos del estudiante.
Uno de los aspectos más interesantes de un portafolio es que su valor real no estriba en el producto final, sino en el propio proceso de crearlo. Los estudiantes pueden ver cambios y mejorías en su trabajo y reflexionar periódicamente sobre éste. Un portafolio refleja más apropiadamente el aprendizaje del estudiante, pues requiere que aplique el conocimiento aprendido. Esto es, sin lugar a dudas, un paso adelante en el sistema de evaluación en nuestro medio, que usualmente requiere de respuestas básicas basadas en la memoria y en la solución mecánica de problemas. Estudios relacionados con el uso de portafolios en el aula han demostrado ampliamente que los portafolios son muy efectivos para incrementar la motivación del estudiante y el interés por su trabajo. Además, son un mecanismo para mejorar la comunicación entre docente y alumno, pues es importante que ambos sostengan conversaciones sobre el contenido y el progreso del portafolio. Esto contribuye a que el maestro pase a ser un mayor facilitador del conocimiento, más que meramente un dictador de material.
Finalmente, es importante resaltar que los portafolios tienen gran utilidad para el maestro al efectuar conferencias con padres de familia. El portafolio ideado por el estudiante se convierte en un ejemplo concreto y no abstracto de su trabajo. El docente puede decirle al padre confiadamente observe cómo fulanito ha mejorado su redacción de cuentos, más que fulanito ha mejorado su redacción.
