De nada sirven las habilidades y las capacidades técnicas y profesionales de un ser humano ni su poder adquisitivo, si carece de principios éticos. Por ello, uno de los factores decisivos para el éxito y el desarrollo sostenible de las organizaciones, de las comunidades, de las sociedades y de los países lo constituyen, sin duda, los seres humanos que rigen sus vidas bajo sólidos valores y principios éticos.
La ética es un valor que genera ganancias y le da dirección y sentido a nuestras vidas. Cuando adoptamos prácticas responsables formamos hogares estables en donde el respeto, la tolerancia, la honestidad y la responsabilidad son el norte; y contribuimos con la construcción de empresas y sociedades más productivas, respetables, reconocidas y competitivas.
Hacer lo correcto requiere fortaleza y una profunda coherencia de vida, que se define como la coincidencia entre lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos. Exige firmeza y postura en nuestras acciones y decisiones, por lo que es primordial tener criterio propio, sólido y bien formado.
La coherencia de vida puede ser aplicada a título personal y organizacional. Ser coherente en lo personal conlleva descubrir el verdadero sentido y finalidad de la vida en valores. Significa tener voluntad para superar cualquier temor a ser diferente, así como desear ser mejor y ayudar a otros a formar valores en sus vidas. A nivel organizacional supone basar la gestión de la empresa en la ética, la transparencia, los valores, y en estricto apego a ley.
Actuar con ética es una decisión de vida que redunda en una profunda satisfacción y marca la diferencia.
Vivamos en valores, que deben ser como nuestra piel, es decir, ser parte integral de nuestro ser. Los valores siempre están con nosotros. No se usan ni cambian a conveniencia, porque entonces no serían genuinos. Recordemos siempre que la ética y los valores son responsabilidad de todos.
