¿Qué son los valores?

No es mi intención criticar ningún programa educativo cuyos objetivos tiendan hacia la formación de seres humanos más conscientes, plenos, productivos, responsables y felices. Por el contrario, tales esfuerzos merecen aplauso y admiración. Pero si, como educadores, hemos de emprender tan importante tarea, es necesario definir conceptos y establecer algunas distinciones que clarifiquen nuestras ideas en torno a los valores.

El término valor está asociado con ideas como aprecio, cualidad, estima, interés y preferencia, por destacar sólo algunas. Como intento de definición podría aventurar que valor es todo aquello a lo cual se aspira por considerarlo deseable, ya se trate de objetos concretos o de ideales abstractos que motivan y orientan el quehacer humano en una cierta dirección. En un intento de clasificación podría agregar que los valores pueden agruparse en diversas categorías, dependiendo del ámbito al que corresponden y de los fines que impulsan al hombre a perseguirlos.

Haré un somero análisis que sirva para ilustrar que la llamada crisis de valores obedece, entre otros motivos, a la confusión o falta de clarificación entre valores, ámbitos y fines.

Analicemos: resultaría absurdo que nos limitásemos a contemplar un valor material, un cómodo sillón por ejemplo, en vez de hacer uso de él, sobre todo cuando estamos fatigados. También sería inconcebible que pretendiésemos especular con un objeto que apreciamos por su valor simbólico, por ejemplo el primer dibujo realizado por un hijo, o la tarjeta obsequiada por un alumno agradecido. Si nos ofrecieran cuatro veces el valor material que representan tales cosas, aunque conviniera como negocio, seguramente no estaríamos dispuestos a desprendernos de ellas. Así, los valores éticos no están destinados a ser contemplados ni tampoco a actuar conforme a ellos "sólo si conviene" Por eso digo que la crisis de valores, y más específicamente de valores éticos, obedece no al desconocimiento o ignorancia, sino a la confusión o pretensión de asignarles una finalidad que no corresponde a su propia naturaleza.

Según la jerarquía de valores propuesta por el filósofo alemán Max Scheler (1987), el lugar más bajo de la jerarquía ha de ser ocupado por los valores de lo agradable - sensible. Estos valores responden a los estados de placer - dolor y se refieren al orden de las sensaciones. El ser humano prefiere lo agradable sobre lo desagradable.

Busca el placer y evita el dolor. En este estrato se pueden colocar los valores materiales, puesto que estos nos permiten tener acceso a formas de vida más cómodas y agradables. En segundo lugar se colocan los valores vitales, a los cuales corresponden los estados de salud - enfermedad. Preferimos la salud que la enfermedad, por lo que estaremos dispuestos a sacrificar los valores del escalón anterior (tomar una medicina de mal sabor, o aceptar el dolor que supone una inyección, o incluso una intervención quirúrgica) con tal de eliminar una enfermedad y procurar la salud. En el tercer lugar de su jerarquía, Max Scheler coloca los valores espirituales: estos son la verdad, el bien y la belleza. La verdad es un valor que se busca a través de la ciencia; la belleza, a través del arte; y el bien a través de la ética. Estos valores deben estar por encima no sólo de los valores sensibles, sino incluso de los valores vitales. Como ejemplo, puedo pensar en el científico que, impulsado por la verdad de descubrir la vacuna, arriesga no solo su salud, sino también su vida, inyectándose el suero que investiga. Otra posibilidad para esta acción del científico sería la búsqueda del bien, si su motivación obedecería a la búsqueda de la solución para un padecimiento humano.

Ahora bien, conviene aclarar que preferir es diferente de elegir. Max Scheler es muy explícito en este punto, que le da fundamento a su propuesta universalista de la jerarquía. En todo momento y en cualquier parte, el hombre prefiere ciertos valores sobre otros, el problema es que en ocasiones elige en sentido contrario a sus preferencias.

Por último, Max Scheler coloca en el lugar más alto de su jerarquía los valores religiosos. El no se refiere a una religión particular para explicar esta dimensión de su jerarquía, sino que entiende el valor de la religiosidad humana con independencia histórica y cultural.

Los valores éticos se buscan a través del ejercicio racional del ser humano y por tanto pueden aspirar al universalismo en su expresión concreta, como sucede con la carta de derechos humanos proclamada por la ONU en 1948; los valores religiosos, por su parte, trascienden cualquier intento de explicación racional, de ahí la necesidad de respetar la diversidad de creencias religiosas.


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