‘LEY CHORIZO’

De varias cracias

En esta época de asombrosos avances tecnológicos en el mundo de las telecomunicaciones, ya no es posible evitar la divulgación de datos, hechos o fotografías, que se quisieran mantener fuera del conocimiento público.

Que ni el poder político o económico puede impedirlo lo comprobó el primer ministro italiano Berlusconi, imagino que con rabia y frustración, cuando inútilmente movió todas sus fichas y su imperio mediático para que no se difundieran en los medios italianos las escandalosas fotografías de contenido sexual tomadas en su Villa Certosa en la isla de Cerdeña.

Gracias a la internet y al diario El País, de España, Berlusconi se vio impotente para evitar que el material circulara y se conocieran sus andanzas. Una noticia que aparece en los diarios demuestra, nuevamente, que nada puede hacer ante una tecnología que escapa de su inmenso poder sobre los medios masivos de comunicación italianos. Un grupo de jóvenes cineastas y periodistas recogió en el documental Las damas y el caballero (originalmente titulado Sexo y poder), “la confusión entre privado y público que caracteriza la acción política del primer ministro italiano” (El País 17/6/2010).

Los distribuidores italianos se niegan a pasar la cinta en sus salas y el miedo es tal que algunos de los que participaron en el trabajo han preferido renunciar a que sus nombres aparezcan en los créditos. El artículo concluye diciendo que lo que muestra el documental, es “la inquietante interpretación política de la pasión de Il Cavalieri por las mujeres”. Guzzanti, un ex diputado, con fina puntería verbal la define con un neologismo: la putocracia.

La descriptiva palabra me llevó a buscar el origen del sufijo cracia, palabra del griego antiguo que significa fuerza, gobierno, dominio; aparece, entre las que recuerdo, en gerontocracia, ginecocracia, democracia, teocracia y plutocracia. Es obvio que en Panamá no existe la gerontocracia, que es el gobierno o dominio ejercido por ancianos; la sabiduría, prudencia y experiencia de los viejos es menospreciada; la tendencia es gobernar con gente joven, que además de ser profesionales en determinadas carreras (ingeniería, derecho, medicina, etc.), manejen conceptos empresariales y financieros para este mundo tan centrado en la economía, en los negocios; de la ginecocracia (mujeres gobernando), ni cerca.

Salimos mal parados si nos atenemos a la definición de democracia como “forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo”. Tampoco somos teocracia (como el Vaticano o Irán), sociedad en que la autoridad política, que emana de Dios, la ejercen sus ministros; no obstante, es sabido que las iglesias meten la mano para empujar la feligresía hacia ciertos candidatos. Lo nuestro encaja mejor en la plutocracia, que tiene la riqueza como base principal del poder.

En un sistema “democrático” como el nuestro, el alto costo de las campañas políticas conlleva compromisos con los que, por conveniencia “invierten con visión de futuro”; dominando el poder político y legislativo ordenan el poder económico para beneficio de sus intereses.

En otras palabras, el que paga, manda. Esto explica el porqué de leyes que ignoran la protección del ambiente; que aplican la justicia en forma selectiva; que favorecen concesiones directas sin licitación a quienes le abrieron la chequera; que limitan y coartan las libertades ciudadanas; que usan nuestro dinero a su antojo, etc. Pregúntese si al Gobierno le importa un rábano lo que pensamos usted y yo de la “Ley Chorizo” y de la forma en que se aprobó; del aumento y la creación de impuestos; del negocio de los corredores Norte y Sur; del uso de dinero de la Caja de Seguro Social para aventuras riesgosas; o de “minucias” como que secretarias, asistentes y choferes y escoltas de los ministros tendrán uso gratis de celulares.

Por un lado nos exprimen y por otro, gastan a manos llenas como si fuéramos una fuente inagotable de dinero para su dolce vita. ¿Con qué cara pueden decir el ministro Mulino y otros funcionarios de jerarquía que se cumplió con lo establecido en la Constitución? ¿En qué se entretenían cuando personas y organizaciones sensatas y de prestigio disentían de la enchorizada ley? El Gobierno va como tren descarrilado llevándose por delante lo que no convenga a sus intereses particulares. La selectiva plutocracia del gobierno central es contagiosa.

La Universidad de Panamá, se dice, es como piñata para los amigos. Y en un hecho insólito, que debería causar vergüenza a la institución, suspende por un año y sin sueldo al catedrático Jaime Turner por no atender las citaciones sobre sus escritos denunciando que “en la Universidad la corrupción se pasea desnuda”. ¡Vaya declaración novedosa! De haber recogido el rector García de Paredes declaraciones similares en todos los medios durante varios años, tendría hoy un grueso álbum de recortes.

El magnate Berlusconi, al que la plutocracia le ha permitido romper todos los límites de decencia, es ejemplo de que cuando el poder político dimana del poder económico, y la palabra democracia se prostituye, hasta la putocracia tiene cabida.


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