REFORMAS ELECTORALES.

¿Otra vez la misma jeringa?

Tan cierto como que los gallotes vuelan en la bahía, es el hecho de que en Panamá vivimos una involución de la democracia. En otras palabras, que camina de recula como los cangrejos. Nuestra democracia recula, porque nuestros procesos electorales, que sólo son democráticos en apariencia, están diseñados, con el contubernio del Tribunal Electoral, para que los controlen unas cuantas camarillas de intereses que, provistas de cuantiosos recursos económicos, los han convertido en su propiedad privada y exclusiva.

Es cierto que en Panamá dejamos atrás la época de los "paquetazos" que, por arte de birlibirloque, de la noche a la mañana, convertían a los perdedores en ganadores. El último caso, para bien, fue el de la supuesta victoria electoral del candidato de los cuarteles en el año de 1983, al que el pueblo, con agudo ingenio, le adjudicó el remoquete de "fraudito", que le acompañará por el resto de sus días. Ahora los votos se cuentan; pero para que haya verdadera democracia no es suficiente contar bien los votos; más importante es que el sistema electoral asegure el derecho del pueblo a decir la última palabra, mediante un sistema de doble vuelta; igualdad de oportunidades para las postulaciones independientes, para todos los cargos, incluida la presidencia; la eliminación de los aberrantes subsidios electorales; la divulgación y transparencia en el financiamiento de las campañas; y una justa representación proporcional que acabe, de una vez por todas, con el tramposo y antidemocrático mecanismo de los residuos electorales.

Como ha ocurrido cada cinco años, desde que se restableció la seudo democracia en que vivimos, nuevamente se vuelve a hablar de reformas al Código para, dizque mejorar el sistema electoral, pero, como también ha sucedido en el pasado, mientras sus gestores y amañadores sean la mancuerna siniestra formada por los partidos y el Tribunal Electoral, éstas no estarán destinadas a desmantelar el monopolio de las cúpulas dirigentes de los partidos sino a consolidarlo.

Para que en Panamá exista y funcione una verdadera democracia hay que comenzar por romper el círculo perverso que asegura a los partidos políticos el control de las candidaturas presidenciales, el reparto y uso abusivo de decenas de millones de dineros públicos mediante subsidios electorales, a los que se suma el derecho a recibir, secretamente, contribuciones de toda naturaleza y procedencia.

Si las reformas que se adelantan, empujadas por dos de los sobrevivientes del triunvirato "que nunca tomó un día de vacaciones", y que como lapas siguen aferrados a sus puestos, para hacer méritos y granjearse el apoyo del PRD y de los partidos de "la llamada oposición", que en estos andenes andan cogiditos de la mano, y de esa manera allanar la aprobación y el pago de "la fuentecita" que reclaman y, quien sabe, si hasta una posible oportunidad de "seguirse sacrificando por la patria", no van a entrar a los aspectos de fondo, o sea, aquellos que verdaderamente contribuyan a liquidar el secuestro de nuestro sistema electoral institucionalizado por el Tribunal Electoral y los partidos políticos, de muy poco servirán; y nuestra maltrecha democracia seguirá dando tumbos. En otras palabras, como reza una gráfica expresión popular, en el 2009, será "la misma jeringa".


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