Durante seis semanas, lejos de mi querida, calurosa y bullanguera Panamá, desde la mañana hasta la noche, que siempre culminaba con cuéntame un cuento, mis días fueron color de rosa. Estuvieron llenos de la emoción de ver a mi nieta recibir su primera comunión; de voces y risas infantiles, de paseos al parque, del disfrute de ver a mis nietos en la tina de baño, retozando con ranas y barcos flotando en el agua. El corre-corre mañanero del desayuno y lávate los dientes, no olvides la bolsa, y apúrate que te deja el autobús, mantuvieron en un plano distante los sucesos de mi país que cada día, según me dejaban saber los diarios (¡gracias internet!), sigue su curso de escándalos, incoherencias y crisis económica (un diplomático panameño en Filipinas convertido en buhonero internacional, asuntos turbios en Cable & Wireless, cero bolero con las investigaciones sobre sobornos, un aberrante proyecto de inglés como idioma comercial, don Ernesto el Enojado saliendo al ruedo con los cuernos bien afilados a devolverle a Sánchez Borbón y a Handal, cornada con cornada y ¡olé!). Y para variar, otro viaje presidencial con la troupe acostumbrada, información que Relaciones Exteriores califica de restringida, (así será de larga y costosa la lista para que haya tanto secreto).
Fue divertido ver a Angela comer con entusiasmo los vegetales que tanto le gustan; seguir con atención lo que sucedía con la piel y la dieta de Conan; que Piluso se comportara cuando se le permitía salir, y que los tres se mantuvieran sanos y contentos, me sirvió para ahuyentar el sinsabor que me dejaban las noticias del terruño. Angela, la consentida de casa, está gordita y sana y nos hicimos grandes amigas; Conan, a pesar de mis cuidados, se mantuvo indiferente a mis carantoñas; Piluso, por otra parte, lo que me agradecía, con gran alboroto, era que lo dejara salir. Mantener alimentados, limpios y sanos a un cui y a una lagartija cuyo sexo desconozco, y a una cacatúa macho (y viudo por demás), fue la mar de interesante; Angela, el cui (¿la cui?) de mi nieta, es capaz de pararse de cabeza por el perejil y la lechuga; Conan, la lagartija de mi nieto, ni siquiera tiene que salir a cazar los grillos y gusanos que come; y Piluso, sin dueño exclusivo, tiene en su menú diario, todas las semillas que se le pueden antojar. El negocio de las mascotas y de todo lo que se fabrica para ellas, es absolutamente impresionante. ¡Y pensar que hay millones de niños que no tienen los cuidados y los alimentos que tienen las privilegiadas mascotas de los países ricos!
Fiel a mi costumbre de leer la prensa, acá leo diariamente el Washington Post. Pareciera que América Latina no genera noticias interesantes para la prensa; exceptuando alguna que otra sobre Argentina y ¡por supuesto! sobre Cuba y Fidel Castro, el resto de los países parecen inexistentes; ben Laden y Al Qaeda se han opacado un tanto ante la situación entre Israel y Palestina; Bush tiene un tamborito armado tratando de explicar, sin mucho éxito, qué sabía sobre las amenazas que ignoró y que resultaron en el fatídico 11 de septiembre. El ex presidente Clinton sigue muy presente, ya no por sus aventuras amorosas, sino por su posible conducción de un programa de televisión; si bien hay quienes no le perdonan sus mentiras y su infidelidad matrimonial, otros creen que sería magnifico tener a un Clinton formidable para hablar sin necesidad de un guión, inteligente, coherente, bien articulado y gramaticalmente correcto en su hablar, en contraste con el actual ocupante de la Casa Blanca; un Clinton con capacidad para hablar sobre la desaparición del superávit del presupuesto, el aumento del desempleo, etc. Definitivamente que la personalidad y la capacidad intelectual y administrativa entre el actual presidente y el anterior siguen haciéndose sentir. Que en todas partes se cuecen habas es lo que podría decirse en este caso. ¡Si pudiera servirnos de consuelo!
Llegué (con algunas libras menos) cuando la primavera estaba en sus inicios. Ver brotar los retoños después del implacable invierno que desnuda las ramas, siempre me hace pensar que así es también la vida. Aun después de las peores tormentas y de los momentos difíciles, brotan nuevamente los retoños de la esperanza y el optimismo. Mientras nuestra presidenta vive la vie en rose, y mientras sólo para ella y sus acólitos hay primavera, la mayoría de los ciudadanos sufrimos un crudo invierno político, moral y económico difícil de soportar. Dentro de pocas horas regresaré a casa. Extrañaré los días lindos que pasé junto a mis hijos y nietos en una pausa de amor y serenidad que sirvió para tomar una bocanada de aire fresco. Junto con la gente buena y aguantadora de mi Panamá esperaré, quizás ingenuamente, que a todos nos llegue un poquito de la vie en rose que hasta ahora, egoístamente, nos ha escamoteado el gobierno de la señora Moscoso.