Deshacer entuertos no siempre resulta fácil y no siempre se logra. El entuerto es agravio, “Ofensa o perjuicio que se hace a uno en sus derechos e intereses.
Humillación, menosprecio o aprecio insuficiente”. El diccionario ofrece otras acepciones, pero estas son las que me sirven mejor para este escrito. Al repasar entuertos se puede concluir que el pueblo, yo, usted, ellos, somos víctima de los múltiples y frecuentes agravios que nos infligen los gobernantes; algunos son de duraderas consecuencias, trágicos (muertes por dietilene glycol, diablos rojos, pobreza crónica); otros son efímeros pero escandalosos como moña de cohetes, sobre todo si toca a conspicuos personajes.
Como el herpes, los agravios son recurrentes; el virus que lo causa no desaparece; se esconde esperando el momento en que las defensas están bajas, o el estrés alto. O que se acceda al poder: herpes político. No se me ocurre mejor definición en este momento. Es virus mutante que solo cambia de nombre (Club La Llave, “afudólares”, Cartier, helicóptero HP–1430, avión Embraer, etc.). Y así vamos. De cuando en cuando reaparecen viejos entuertos que quedaron en el limbo; por falta de espacio es imposible citar todos los que mis avispadas neuronas recuerdan, incluyendo los anteriores a 1968, que algunos prefieren ignorar.
Por inusuales, y sucedidos mientras ejercían la presidencia, se disputan el primer lugar la desaparición de las esculturas “Juegos de antaño”, en el gobierno de Martín Torrijos, y el “helicoptericidio” forzado por hundimiento a punta de balazos, del helicóptero HP-1430, durante la presidencia de Mireya Moscoso. Por peso y volumen, creo que solamente les arrebataría el premio la desaparición de la Torre Eiffel, la Estatua de la Libertad, o las compuertas en las esclusas del Canal de Panamá. Tanto Pérez Balladares como Moscoso quedaron enredados en las telarañas de las “partidas discrecionales”, pero Moscoso le arrebató el trofeo a Pérez Balladares, no por las sumas gastadas, sino por haberlas usado para comprar joyas y ropa lujosa “para no parecer una andrajosa”.
Y queda como marca inolvidable la fabricación de “durodólares” por una cercana colaboradora de Moscoso, innovadora técnica que copió el representante demócrata de Louisiana, William Jefferson (apodado Cold Cash desde entonces) para guardar 90 mil dólares de dinero de un negocio sucio; también lleva Moscoso en su historial el escándalo de las donaciones de Taiwan a la Fundación Mar del Sur, la casa de Punta Mala y el absurdo viaje a Mónaco. En número de entuertos nadie le arrebata el primer premio al gobierno de Moscoso.
A Martín Torrijos, además de esculturas desaparecidas, le tocó en suerte el tío que adquirió a precio de ganga valiosas tierras en Punta Chame y, sin miramientos, devastó ricos manglares. De los tiempos del risueño Guillermo Endara (q.e.p.d.), además del inocente Nintendo, recuerdo un negocio de armas que salpicó un consulado panameño en España; lo de la concesión del terreno para construir el hotel Miramar (Tapamar), parche abominable en la bahía de Panamá; y que durante su gobierno el procurador Rogelio Cruz fue llevado a la cruz y crucificado, riesgo en el que parece estar hoy la procuradora Ana Matilde Gómez.
El actual gobierno, siguiendo el patrón, tiene ya su par de entuertos.
Las camisas, suéteres, gorras y chaquetas con logotipos del Gobierno, han estado en el menú de los últimos días. Me llamaba la atención que estuvieran bordados con los títulos de los programas del Gobierno; entendí el asunto cuando se divulgó que la empresa contratada (sin licitación) para el bordado de los logotipos gubernamentales es de la familia Martinelli. ¿Creyeron que esta muestra de cariño familiar no sería censurada? Además de entuerto, fue “metedura de extremidades inferiores”, que no podrá deshacer la orden divulgada por el señor Papadimitriu, de no seguir favoreciendo a Borda Imagen, S.A.; mucho menos la absurda defensa del zar anticorrupción, Núñez Fábrega, ni la linda carita de la vocera oficial de la Presidencia, Judy Meana.
Para remache, que el Presidente recibiera en palacio la visita formal del señor Insulza, secretario general de la OEA, vistiendo camisa (bordada) ¡por fuera del pantalón!, fue inapropiado; como si yo fuera a la oficina vistiendo bluyin y chancletas “rocanrol”. Otro entuerto mayúsculo fue jugar al escondido con los detalles del nuevo avión presidencial; con los arreglos con el Gobierno taiwanés (de chequera pródiga), y el préstamo del Banconal. El tiempo pasa pero los entuertos no se olvidan y, como el herpes, son recurrentes. ¿Por qué persisten los gobernantes en agraviarnos con las mismas conductas? Enrique Tierno Galván, distinguido intelectual y político español, ejemplo de que la intelectualidad y la política no están reñidas, advierte: “El poder es como un explosivo. O se maneja con cuidado, o estalla”.