En días pasados leí en este mismo diario un artículo que reflexionaba sobre la realidad de la sociedad española. No obstante, debo realizar las siguientes consideraciones.
Me parece acertada la recomendación dirigida al Ministerio de Educación (me imagino que al de España) que refuerce la asignatura de geografía en las escuelas, ya que, al parecer, las personas con las que nuestra expositora ha tenido contacto no tenían ni idea de dónde localizar un país del continente americano. Esa recomendación me parece acertada, pues a mí también me sorprendió durante mis años de estudiante en la Madre Patria esa realidad, aunque no me atrevo a generalizar, pues también conocí personas conocedoras y admiradoras de América; pero es que además, también me siento forzada a recomendar a nuestro Ministerio de Educación que refuerce esta asignatura (así como muchas otras), pues aseguro que hoy en día le preguntamos a cualquier panameño qué país se encuentra entre Austria y Polonia y muchos tendríamos que ver el mapa. Para concretar, obvia decir que es completamente normal tener un mayor conocimiento de la geografía e historia de los países vecinos que la de aquellos que consideramos lejanos.
Por otra parte, entiendo la falta de acogida que han podido experimentar muchas personas al radicarse en países extranjeros, y mucho más la de aquellos que llevan bajo sus brazos títulos y experiencia y que aspiran a empleos acordes a sus méritos. No obstante, tenemos que ser sinceros, cualquier profesional que desee ejercer su profesión en España, tiene la posibilidad de solicitar la homologación de sus títulos, independientemente de su nacionalidad, y de la actitud excluyente que puedan experimentar. En cambio en Panamá la Constitución restringe el ejercicio de ciertas profesiones a los extranjeros (caso de los abogados, médicos, etc.) hasta que no sean panameños, con lo cual, además de la exclusión que también experimentan, tienen que luchar contra un sistema que los margina. Con todo ello quiero señalar que debemos ver la viga que tenemos en nuestro ojo antes de ver la brusca en el ojo ajeno.
Sin embargo, España me sigue sorprendiendo. Es difícil aceptar que existen países con instituciones que funcionan, brindando un trato decente, ya no digo excelente. Un ejemplo, en Panamá un extranjero casado con panameño (a) para legalizar su estatus debe solicitar una visa de inmigrante, acreditando no solo su estatus de casado, sino también el pago al tesoro nacional de unos cuantos dólares (ver www.gobiernoyjusticia.gob.pa), por supuesto representado por un abogado; aunado a ello no puede trabajar hasta obtener el permiso de trabajo, el cual debe ser solicitado también por abogado. Por su parte, el sistema español, solo te solicita la constancia que pruebe que estás casado con nacional español, copias del pasaporte, y poco más, sin la necesidad de abogado y por un coste que no supera los 15 euros. Además de lo anterior, por el simple hecho de estar casado con nacional, no se exige permiso de trabajo, pues la esposa (o) del español goza de los mismos derechos que su cónyuge.
