Según el Informe sobre Desarrollo Humano para América Central 2009-2010 presentado por el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), Centroamérica es una de las regiones más violentas del mundo; vive una situación muy explosiva en términos delincuenciales, donde los homicidios, la violencia intrafamiliar, el tráfico de drogas y la presencia del crimen organizado son una constante.
Sólo hay que ver las cifras estadísticas logradas de la investigación del PNUD (33 homicidios por cada 100 mil habitantes) para tener una idea del tamaño del problema. Los homicidios son cuatro veces más del promedio global (nueve por cada 100 mil habitantes).
Las inseguridades ciudadanas se han convertido en la nueva amenaza que ronda en nuestro entorno. Centroamérica está viviendo una guerra civil no declarada. Parece que la tasa de homicidios de la región supera a Brasil o México, dos de las potencias emergentes del hemisferio.
Las naciones con mayor carga de homicidios sobre sus sociedades son Honduras, El Salvador y Guatemala, que en el pasado tuvieron muy marcados por la violencia, guerrillas y golpes de Estados. ¿Cuánto representa esto a la economía de la región? Según el Banco Interamericano de Desarrolllo (BID), el fenómeno representa el 7.7% del producto interno bruto (PIB). En toda América Latina, el 14.2% del PIB.
De las décadas de 1970 y 1980 a la actualidad, Centroamérica ha transitado de un conflicto interno a una pacificación relativa, aparente o virtual, pues el conflicto armado ha pasado la posta a una delincuencia rampante que ha dejado, del año 2000 al 2008, 79 mil víctimas de homicidios, superior al conflicto armado de Vietnam, con más 58 mil bajas, en 10 años de guerra en esa región del sudeste asiático.
Sin embargo, es bueno hacer un repaso de lo que fue la guerra civil más visible en Centroamérica: El Salvador. La guerra civil en ese país fue un conflicto bélico interno, en el que se enfrentaron las Fuerzas Armadas (FAES) contra las fuerzas irregulares e insurgentes denominadas el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional). Este conflicto armado nunca se declaró oficialmente y tuvo un período de 12 años, iniciándose en 1980. El inicio del conflicto tuvo sus antecedentes desde la década de 1970 con gobiernos militares que agudizaron la crisis política y social de ese país.
El número de víctimas de esta confrontación armada ha sido calculado en 75 mil muertos y desaparecidos. El conflicto armado concluyó, luego de un proceso de diálogo entre las partes, con la firma de un acuerdo de paz, en la que Panamá jugó un papel preponderante en la conformación del Grupo de Contadora que permitió la desmovilización de las fuerzas guerrilleras y su incorporación a la vida política del país.
Las sociedades de los países pertenecientes al triángulo del norte, Guatemala, Honduras y El Salvador, no han terminado de procesar las vivencias de los antiguos conflictos internos, porque la violencia urbana del presente los ha relevado de manera inmediata. No ha habido una paz duradera porque los procesos políticos de la región siempre estuvieron casados con enfrentamientos armados.
Costa Rica y Panamá han sido los dos únicos países del área que no han tenido conflictos internos de esas magnitudes, sin embargo sufren el embate de la delincuencia, no importa sus particularidades, tasas y respuestas gubernamentales.
Como país, debemos abocarnos a institucionalizar la política criminológica trabajada por la sociedad civil para potenciar la prevención. Sale más barato prevenir ahora, que la cura del problema, mañana.