Recién nos recuperamos de la visita de Bush hijo a nuestra ciudad y en el buen sentido de la palabra, podemos darnos por bien servidos porque Panamá quedó a la altura. Revisando mis muchos artículos de opinión, escritos y publicados desde 1990, encontré uno que escribí luego de la visita de Bush padre en junio de 1992, donde le daba durísimo al despropósito que tuvo ese evento, los organizadores y sobre todo, los protagonistas.
En esa ocasión señalaba que Bush padre visitaba Panamá dos años tarde: debió haber venido seis meses después de la invasión, cuando el congreso aprobó el paquete de ayuda, visitar las áreas bombardeadas por sus tropas y hacer realidad las ofertas de reconstrucción. El padre del actual Presidente de Estados Unidos estaba atravesando por un periodo pre-electoral y no éramos los panameños quienes le íbamos a mejorar su imagen erosionada.
Deploré, en forma supremamente enérgica, el desatino de la agenda que se llevó a cabo ese día, la demencial ocurrencia de llevarlo a hablar al Parque Porras y, sobre todo, el papel lamentable que jugaron los organizadores, la vestimenta de la entonces primera dama y el desacierto del momentum de su visita.
En esta oportunidad, y dejo constancia de mi pobre apreciación hacia el señor Bush hijo, lo que he manifestado en anteriores artículos, y teniendo en cuenta que el Gobierno panameño tomó las precauciones necesarias para que todo se desarrollara de una manera fluida y sin traumas, me siento orgullosa de mi país porque dimos un ejemplo de altura y clase, de educación y a pesar de las necesarias protestas callejeras, extemporáneas en la mayoría de los casos, quedamos muy bien.
Se ha dicho que Bush hijo encontró a un país frío y que no lo vitoreó o abucheó porque todo el mundo estaba guardado, que la férrea seguridad impidió que los panameños manifestaran su calidez (o su repudio) y el New York Times señaló que los panameños amamos a Estados Unidos. Yo creo que dimos un ejemplo de civilidad y, controlados todos los imponderables, nos lucimos.
En cuanto al contenido de su visita, pues tal como es, un tipo con su agenda belicista muy bien desplegada, fue realmente inconsistente, inocuo y aéreo en sus declaraciones. Resultó una sorpresa para todos que entreabriera la puerta en el tema de la limpieza de los polígonos de tiro, pero sobre eso, aún no hay nada sobre la mesa. Fue una visita light, necesaria para que tomara oxígeno de tantas críticas y protestas por las que ha estado atravesando, y para regresar a su país a enfrentar una cada vez más deteriorada imagen y cuestionamientos muy severos sobre sus últimas decisiones.
Toda la visita fue como una película de Hollywood. El señor Bush hijo demostró su "levedad" en las actividades en las que participó, sin demeritar la importancia que tuvo la reunión con los peloteros. Dicen que se le notaba relajado y sonriente pero era lógico, todos los imponderables controlados, el tipo podía remangarse la camisa y jugar con las esclusas. Después de todo, ¿a quién en el mundo no le impresiona la portentosa obra del Canal de Panamá?
Lo risible es que los manifestantes se organizaron para después que había partido la comitiva presidencial. Me cuentan que un recalcitrante y permanente partícipe de protestas anti gringas se enteró por la televisión que el Air Force One había partido cuando él se estaba vistiendo para ir a la marcha. Señores, así no se hacen las cosas. No hay nada como todo bien coordinado, todos los cabos atados y el equipo de gobierno, en esta oportunidad, desplegó una destreza exquisita y extremada coordinación. ¿Que hubo molestias entre la gente porque le tocó caminar por los retenes que cercaron las áreas por donde transitaría el señor Bush hijo? ¿Cuántas veces a la semana no nos pasan a todos circunstancias similares por los tranques irrelevantes que llevan a cabo los estudiantes de los colegios y los universitarios, sin que medie una disculpa de antemano por parte de las autoridades, como fue el caso del director de la Policía, Rolando Mirones, quien advirtió los inconvenientes y pidió excusas anticipadas?
La nota discordante fue la supuesta reunión que el Presidente de Estados Unidos tendría con la ex presidenta Moscoso. Si se dio o no, nadie sabe, o ellos y su equipo nada más. De haberse dado, es una grosería al gobierno actual y a los panameños en general. Los comentaristas decían que doña Mireya se quedaría a dormir en el hotel para reunirse con su amigo, al que le hizo un favor muy grande con el tema de Posada Carriles. Si realmente se quedó en el hotel (lo que no me hubiera extrañado, dada su sagacidad en algunos temas), más a su favor en detrimento de su desgastada trayectoria. Recordemos que la señora Moscoso, a pesar de su obediencia a los dictámenes de lo que dijera Estados Unidos en materia de seguridad durante su gobierno (inclusive, meternos en una guerra sin propósito, que ha sido repudiada por todo el mundo consciente e inteligente) lo único que consiguió de Bush hijo fue "que le guiñara el ojo", como salió su entonces canciller a decir muy orgullosamente.
En resumidas cuentas, nos debemos dar por bien servidos aunque el resultado sea un limbo que ahora los ministros y encargados de dar seguimiento a las sugestivas declaraciones de un pseudo líder en franco declive pudo haber hecho. Dimos una imagen al mundo de altura y reafirmamos que podemos no solamente manejar el Canal de manera superlativa, sino que podemos manejar la visita de un Presidente tan impopular sin mayores consecuencias. Sintámonos, entonces, orgullos de nuestro país y de nuestros gobernantes.