La ética como disciplina filosófica, a través de la historia, se ha preocupado por interpretar el comportamiento humano, de una manera profunda, sistemática y alternativa, este fenómeno nos indica que la razón que da sustento a la moralidad, no es un ente ajeno a la condición de ser persona, por el contrario, la vivencia ética es una razón connatural a la esencia de la persona. De lo anteriormente expuesto, es evidentemente claro que la ética es exclusivamente una reflexión creada y dirigida al ser, en su dimensión más perfecta: “la persona humana”. En un sentido etimológico, la palabra ética, proviene del vocablo griego Ethos que quiere decir hábito o costumbre, lo cual, nos remite hacia un campo mucho más amplio, donde pasamos de lo subjetivo a lo objetivo y viceversa.
Siguiendo el hilo conductor de este análisis deductivo, en una concepción filosófica, la ética viene a desarrollar una reflexión consciente del comportamiento humano, ya sea individual o colectivo, comprendiendo este como todo lo que tiende a concretar la persona para lograr el valor del bien. Es importante aclarar, de manera sistemática, que desde un principio, la ética fue desarrollada con una clara visión del mundo, ya sea en su vertiente religiosa, legado a través del cual el comportamiento humano era analizado estrictamente, por maquinaciones conceptuales del ser, con el fin de darle una explicación divina a todas las connotaciones derivadas de los actos humanos, de esta forma como lo argumentaría en su debido momento el maestro Hans Kung, en su obra las 24 tesis acerca del problema de Dios, la cual desarrolla de la siguiente manera: “Vista la realidad en su conjunto, de lo que se trata es de una toma de postura radical, de una decisión fundamental, que posee en si un resultado, ya sea positivo o negativo”.
Esta visión religiosa enfoca la actitud del hombre frente a esa realidad tangible, lo cual lo lleva a tomar una postura radical, frente a los problemas del ser persona, postura que lo confronta consigo mismo, con el otro y con la sociedad, esta postura sería desarrollada también a cabalidad por Max Scheler, quien postula como fuente máxima de los valores a la figura de Dios. Otra corriente fue desarrollada por William James y John Barton Perry, la cual afirma que los valores se mueven en una dimensión subjetiva y se identifican por su utilidad, llegando a través de una deducción lógica de la realidad que aquello que me es útil, que me es verdadero, de lo cual analizamos que si me es verdadero, me es práctico y si es práctico éste es útil para la vida social.
Lo anterior nos lleva a formular la primera conclusión, la cual consiste en afirmar que la dimensión de los valores , no se manifiesta de una manera “Per Se” estos más bien valen, pues existen en la medida que nosotros los valoramos. Es de suma importancia reflexionar acerca de lo anterior, puesto que el fenómeno de los valores, tiene una implicación directa en la vida social y personal. El desarrollo ético de la sociedad influye directamente en nuestro desarrollo cultural, por ello, cabe dejar de reflexión: ¿Qué tipo de moral queremos para nuestra sociedad?
