El poema A Margarita Debayle, del poeta nicaragüense Rubén Darío, siempre me resultó recurso infalible para contentar a mi hija que, cuando pequeña, creía que yo era cantera inagotable de cuentos; con esos versos me zafaba cuando ya la cabeza no me daba para inventar personajes ni me daba buen resultado repetir Caperucita Roja, Blancanieves, Pulgarcito, etc. Hoy, cuando el lugar de mi hija lo tomó mi nieta (con los nietos no funciona el poema), sigue surtiendo efecto decir: Margarita, te voy a contar un cuento. Embelesada por ...un palacio de diamantes, una tienda hecha del día y un rebaño de elefantes..., mi nieta, tal como lo hacía su madre, se aquieta y no pide más cuentos. Antes de que la presidenta empezara a leer el consabido rosario de prodigios que en política se llaman logros y los presentan todos los presidentes en el discurso anual del 1 de septiembre recordé el poema del bardo nicaragüense con una ligera variación que se me ocurrió: Panameños, les voy a contar un cuento... ¡Porque vaya cuento el que prepararon los que le escribieron el discurso de la presidenta! El quiosco de malaquita y el gran manto de tisú del rey del cuento para la niña Margarita del poema resultaron chicha de piña comparados con las fantasías en el informe anual de la mandataria.
Mas lo cierto es que no me defraudó el discurso. Sabía que nos presentaría un país color de rosa como el de la fastuosa burbuja en que viven ella, sus familiares, compadres y amiganchos, y en la que no faltan príncipes, actores de cine, viajes a Mónaco y banalidades sin fin; su versión ignora a los miles de ciudadanos que todos los días tienen que salir a pilar por el afrecho, que a veces ni afrecho consiguen; para Moscoso no cuenta que el temor es compañero permanente cada vez que salimos a la calle porque los delincuentes, cada vez más violentos y audaces, les hacen morisquetas a los pupilos de Barés, el jefe de la policía que se ha gastado un platalín que ameritaría tenerlos armados y entrenados como el Rambo del cine (a los policías; los delincuentes ya lo están). Desde que la ministra Stanziola, de Agricultura, llegó al cargo no ha dejado de tirarse de las greñas con los agricultores, precisamente por el abandono en que estos se sienten; las protestas y cierres de escuelas públicas son rutinarios; los escándalos se suceden con tal frecuencia, que uno tapa al otro y casi están logrando que se olviden el HP-1430, los durodólares, la casa de Punta Mala, etc. El presidente de Transparencia Internacional, Fernando Berguido, reclama por el incumplimiento de la agenda anticorrupción y que las promesas electorales distan mucho de sus logros. Nada de esto se reflejó en el informe presidencial. No digo que el gobierno no ha hecho absolutamente nada (sería absolutamente imposible para un gobierno no hacer nada), pero sí parecen haberse empeñados en lograrlo. En resumen, que el discurso presidencial fue gaseoso e indigesto pero útil para los caricaturistas.
¡Ah!, y como si de lo malo y censurable estuviéramos escasos, Kid Salerno, que armó su tinglado y le tiró puñetazos (luciendo un bolo punch que hubiera matado de envidia a Kid Gavilán, el boxeador cubano) y hasta una silla a Super Chito, de premio se llevó una vicepresidencia de la Asamblea Legislativa. El farragoso Francisco Panchito Reyes, legislador de la República, que hace unos días arremetió pistola en mano contra un empleado de una compañía eléctrica, como broche de oro para su hazaña, sin autoridad moral alguna, tuvo la osadía de proponer un proyecto de ley como venganza contra el Ente Regulador y la empresa eléctrica. ¡Jo, qué descaro! Con legisladores así el nuevo presidente de la Asamblea, Jacobo Salas, señor de todos mis respetos, va a tener que convertirse en cloro para limpiarle la cara a la Asamblea, como dice que es su intención. El resultado de la elección en la Asamblea fue lo que yo esperaba; dejarse arrebatar, precisamente en el último año de gobierno, la papota legislativa (con cheques mita y mita, y todo lo demás) era impensable.
Presiento que la zozobra que hemos vivido en estos últimos cuatro años se acentuará a partir de ahora. La contienda electoral ya está plantada y de ahora en adelante, más nos vale empezar a practicar yoga o tai chi para mantener la serenidad del espíritu. Sospecho que será más grande y descarada la rebatiña para repartirse lo último que les quede a la mano antes de dejar el poder (incluyendo la bahía de Panamá). Mi bola de adivinar el futuro advierte días difíciles para el heredero del trono, que también heredará el lastre del efecto Mireya. Por mi parte, sobre cuentos, me consuelo pensando que nada más tendré que aguantarme el de la despedida, el 1 de septiembre del 2004. Como será el último, gustosa dejaré que en él incluya los 400 elefantes, el quiosco de malaquita, el palacio de diamantes y la tienda hecha del día, del papá de la princesa. Total, una fantasía más no va a hacer ninguna diferencia.
