PARAR LA DESTRUCCIÓN

Una voz sin dobleces

Una tarde, buscando atajos para llegar a tiempo a una cita, recorrí calles que tenía mucho tiempo de no transitar. De la belleza y la tranquilidad del barrio donde viví varios años queda poco; los chalets dieron paso a grandes edificios; el bullicio es insoportable; las amplias calles ya no sirven para que los niños monten bicicleta o jueguen “tiquibol” porque ahora pertenecen exclusivamente a los automóviles. Las palmeras, los frondosos árboles, y hasta los arbustos se volvieron estorbos; donde estaban las hileras de chalets hay ahora gigantescos edificios comerciales y una deprimente plancha de cemento para estacionar automóviles.

Cuando aún masticaba tristeza por el barrio perdido recibí un video-correo que llegó como bálsamo para la pena, bocanada de aire fresco y limpio. Severn Suzuki, una niña canadiense que a los nueve años fundó la Organización Infantil del Medio Ambiente, se presentó en la Conferencia de Medioambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas, Brasil–1992. En escasos cinco minutos la niña expresó con sencillez, sin rebuscamientos, verdades que merecían oír los burócratas y tecnócratas que acuden a esos foros a soltar palabras huecas que generalmente quedan registradas en gordos e inútiles documentos que sirven para justificar los gastos del viaje y los salarios. Tal vez es “llover sobre mojado” escribir sobre lo que representan las agresiones contra la naturaleza para todos los que habitamos este maltratado mundo. Es mejor que sea Severn, vocera de todos los niños del mundo, voz sin dobleces ni agendas escondidas, a quien escuchen los que, “deben cambiar su forma de actuar”.

Resumo lo que dijo la niña: “Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos puntos en el mercado de valores. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones por venir; para hablar en defensa de los niños hambrientos del mundo cuyo llanto sigue sin oírse; por los animales que mueren en este planeta porque no les queda ningún lugar adonde ir. Tengo miedo de tomar el sol debido a los agujeros en la capa de ozono; de respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas hay en él.

Solía ir a pescar a Vancouver, mi hogar, con mi padre hasta que hace unos años encontramos un pez con cáncer. Durante toda mi vida he soñado con ver grandes manadas de animales salvajes, y selvas, y bosques repletos de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si existirán para que mis hijos los vean. Ustedes no saben cómo arreglar los agujeros en la capa de ozono, ni devolver los salmones a aguas no contaminadas, ni resucitar un animal extinguido, ni los bosques que antes crecían donde ahora hay desiertos.

Si no saben cómo arreglarlos, por favor, no sigan destruyéndolos. Somos una familia de cinco billones de miembros y 30 millones de especies y todos compartimos el mismo aire, el agua, la tierra. Las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso. En mi país derrochamos tanto; compramos y despilfarramos y teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder parte de nuestros bienes, de compartir.

Pienso en los niños de mi edad que nacen marcados porque el lugar donde nacen hace una tremenda diferencia; niños víctimas del hambre, de las guerras, y aunque soy una niña sé que si el dinero usado para la guerra se utilizara para acabar con la pobreza y buscar soluciones para el medio ambiente, qué lugar maravilloso sería la Tierra. Nos enseñan que no debemos pelear; a respetarnos, a no herir a las criaturas; entonces, ¿por qué se dedican a hacer las cosas que nos dicen que no hagamos? Lo que ustedes hacen me hace llorar por las noches. Ustedes, adultos, dicen que nos quieren. Por favor, hagan que sus acciones reflejen sus palabras”.

Diez años después dijo: “Cuando hablé en Río recibí una gran ovación; algunos incluso lloraron; pensé que tal vez había llegado a algunos de ellos. Ahora no estoy segura de haberlo logrado”. Severn Suzuki continúa la tarea que inició de niña. Pero ahora conoce el rostro de la codicia que no se detiene ante nada; que solo se inclina con reverencia ante el dios dinero.

Lo que ha estado sucediendo en Panamá (destrucción y contaminación de aguas, manglares, bosques; asolamiento de muestras culturales o históricas; violación de los espacios comunes) nace del maridaje entre empresarios y funcionarios inescrupulosos; y, también, por la indolencia del ciudadano de a pie que soporta, por costumbre, la pestilencia que despide lo corrupto. Dijo Montesquieu, pensador y político francés: “La corrupción raras veces comienza por el pueblo”.


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