Los ecuatorianos prefieren dormir a la intemperie y luchan cada día por conseguir comida y agua, mientras las réplicas continúan sacudiendo las ciudades arrasadas por un fuerte terremoto de 7.8 grados de magnitud en la escala de Richter, ocurrido el pasado sábado, 16 de abril, en la noche.
El gobierno de Rafael Correa dijo que no se trata de falta de ayuda, sino de fallas en la distribución de las abundantes provisiones y prometió solucionar el problema pronto.
Pero, en el cantón de Pedernales, en la provincia de Manabí–la más afectada por el sismo– la mayoría se quejaba por la falta de atención. José Rodríguez, de 24 años, condujo más de dos horas desde la pequeña ciudad de Calceta a un punto de almacenamiento de alimentos en las afueras de Pedernales. “No está llegando a nosotros”, afirmó, dando su dirección y número de teléfono a un militar. “Venía aquí para ver si me dan algo, pero es imposible”.
Un funcionario del Gobierno le pidió a otro solicitante, José Basulor, de 55 años, mantener la calma. “Yo sí tengo paciencia, ¡pero los niños no!”, gritó.
Un video difundido a través de las redes sociales y divulgado ayer por NTN24 mostró al presidente Correa amenazando a los damnificados con cárcel si reclamaban acerca de las necesidades que ellos padecían. “Aquí nadie me pierde la calma, nadie grita o lo mando detenido, sea viejo, joven, o sea mujer, nadie me empieza a llorar o quejárseme por cuestiones que no falten a no ser que sean seres queridos que hayan perdido”.
El peor terremoto ocurrido en Ecuador en una década destruyó virtualmente todas las edificaciones de un piso o dos de la población costera de Canoa, en Manabí. El 98% de los edificios fueron destruidos por el terremoto inicial.
Los residentes, que duermen en campamentos improvisados, dicen que solo rezan para que no llueva.
Otro terremoto, ahora de magnitud 6.0, sacudió la costa la noche del pasado jueves, seguido por temblores más pequeños. El presidente Rafael Correa dijo que se prevén más réplicas y ha pedido a la gente que mantenga la calma y que resista.
Las poblaciones playeras ecuatorianas usualmente están pobladas por turistas que vienen de todos los lugares del mundo a descansar y admirar su belleza tropical. Pero la destrucción no permitirá que estos lleguen en mucho tiempo.
Los residentes están usando máscaras para evitar enfermarse por el polvo y el hedor de las calles, como lo han hecho los rescatistas y el personal de ayuda. Medios locales reportaron que algunos turistas que se estaban quedando cerca de Canoa fueron al pueblo a ayudar.
Mientras, equipos de rescate continuaban removiendo escombros en las calles, aunque ya no queda tiempo para hallar supervivientes.
Los rescatistas han advertido de retrasos en la distribución de agua y temen que en los campamentos se esparzan las enfermedades transmitidas por mosquitos.
La cantidad de muertos asciende a, por lo menos, 587 a la noche del jueves y 155 desaparecidos. El número de damnificados ascendió a 23 mil 500.
El conteo final de víctimas puede superar al terremoto de Perú de 2007 y convertirse en el más mortífero de los terremotos en América desde la tragedia de Armenia, en Colombia, sucedida en 1999, y que cobró la vida de más de mil personas.
Los daños del terremoto han aumentado las penurias económicas del Ecuador por el colapso en los precios del petróleo. Antes del terremoto, el país se preparaba para una temporada de austeridad fiscal y el Fondo Monetario Internacional prevía una reducción de la economía al 4.5% este año.
Frente a esta situación, el Banco Mundial y el Gobierno de Ecuador formalizaron ayer un préstamo por $150 millones para ayudar en la reconstrucción de las zonas afectadas, informó el banco a través de un comunicado.
Las dos partes habían alcanzado hace apenas un mes un acuerdo para la creación en el Banco Mundial de un fondo sobre mitigación de riesgos y recuperación ante emergencias, y luego del terremoto la multilateral puso esos recursos a disposición.

