Jaime tiene 23 años, nació en una barriada tradicional de la capital —quizás Panamá Viejo—, estudió comunicación social para darse el lujo improbable de contar historias, y a su regreso de Guatemala se vinculó con el diario La Prensa como agente libre.
La dirección del diario le permite libertad de tiempo y de temas para hacer aquello que inspira el periodismo según lo ejercieron los grandes reporteros de este oficio. Basta nombrar a Hemingway, o en Panamá al profesor Hermes Sucre.
En realidad, Jaime no existe, por lo menos en el estereotipo humano, pero tampoco es una ficción emparentada con las mentiras. El chico Jaime protagoniza un cómic de aventuras y resultó del afán de tres jóvenes de la redacción de este periódico, ellos sí reales, de rescatar la historia del país, tal cual sucedió y no como nos la contaron.
Inédita en el periodismo nacional, la hazaña propuesta por el ilustrador Roy Hernández y los periodistas Luis Bellini y Luis Burón consiste en mostrar a los lectores de La Prensa, en particular a niños y adolescentes, las escenas más relevantes del país a través del cómic “Los viajes de Jaime”.
Jaime tuvo la suerte de llegar directamente al lugar de ensueño de todos los reporteros del mundo. Esquivó las asignaciones relacionadas con el alza del combustible y la Asamblea Nacional, y al filo de los 20 años recorre las calles a sus anchas. “Él mismo propone sus temas. Es un chico pendiente de la historia de su país; nada tecnológico salvo su celular. Está en Twitter, y lleva siempre un morral. Va al pasado, mira, pregunta y toma notas y vuelve a escribir sus reportajes. Quiere incentivar la vida antes de la internet”, dice Bellini.
Jaime tiene el poder de regresarse en el tiempo gracias a un obsequio recibido en su viaje a Guatemala. Algo sucedió en aquel país, y en uno de sus ríos insuperables cayó un descendiente último de los mayas. “Se llama Huay, y se salvó de milagro. El periodista caminaba por un sendero y se jugó la vida para salvar a esa persona. A cambio, Huay le regaló un libro con el poder de viajar a otras épocas”, comenta Burón.
En la vida real, aquel libro con un don tan deseado por la humanidad, como el de la desaparición de las arrugas, resulta de la labor de los dos guionistas, Luis Bellini y Luis Burón.
“Es un reto bien complejo. No conocemos de primera mano las cosas que nos pasaron, y debemos buscar la información en múltiples fuentes. Así se van construyendo las escenas”, explica Hernández en relación con el trabajo casi de arqueólogos de Bellini y Burón, dos apasionados por la historia, en especial del rock viejo y de las revoluciones.
Señales por conocer
Jaime tiene rasgos desconocidos, aunque se revelarán en el transcurso de los capítulos. Viste jeans, zapatos tenis y suéter. El lector caerá en cuenta del amor del joven reportero por la ciudad cuando vea cómo prefiere preguntarles a los personajes que mejor retratan una metrópolis, sea un lustrador de zapatos o la mujer que cuida unas palomas, sobre el suceso en marcha por el cual se define el quehacer de las generaciones posteriores.
“Tiene algo de superhéroe, y eso lo vemos en su experiencia con Huay. Carece de poderes, salvo el libro. Es como Batman, solo que el hombre murciélago nació millonario, y Jaime anda en bicicleta. Jaime solo quiere salvar al periodismo de la tecnología”, adelanta Bellini.
Roy Hernández es ilustrador gráfico. Cuando se lo piden elabora portadas de revistas y hace infografías. Es un hombre silencioso, con una pasión secreta: las tiras cómicas. Frank Miller, creador de Sin City y The Dark Nights, inspira al ilustrador de Los viajes de Jaime. El estadounidense es una especie de alter ego.
Hernández había postergado la posibilidad de dibujar historietas porque no tiene la suerte de Batman y en cambio debe trabajar en un periódico. A finales del año pasado los dos guionistas le propusieron cumplir el anhelo en espera.
“Es el gran reto de mi vida. Acá hay que contar situaciones en las láminas temáticas. No solo es una secuencia de hechos, como si fuera un viaje. Nosotros desarrollamos una trama desde el primer capítulo con el viaje a Guatemala. Desamarrar esos nudos requiere el ejercicio extra de la imaginación, del esfuerzo por narrar”, proclama Hernández.
Aspecto extraño, o más bien paradójico, los panameños tienen la gracia de echar cuentos, el elemento básico del periodismo narrativo. Siendo así, las salas de redacción locales optan por contenidos editoriales basados en el qué, el por qué, el quién y el dónde, y al margen de las investigaciones, suelen dejar a un lado el cómo. Se olvidan de echar el cuento.
El aporte al oficio por parte de Hernández, Bellini y Burón consiste en edificar ladrillo a ladrillo un mural con el principio, el nudo y el final de los momentos imprescindibles del país. Valdrá la pena coleccionar estas viñetas y dejarse mecer en el columpio del tiempo.
Los fascículos de Los viajes de Jaime circularán a partir del próximo viernes. En el inicio de cada trimestre escolar este diario distribuirá gratuitamente un álbum de dos historias divididas en siete láminas diarias. Roy Hernández agrega: “Los capítulos son viñetas para narrar episodios”, como el incendio de Panamá Viejo y el incidente de la tajada de sandía, los dos temas de esta temporada.
El libro mágico y la ‘bici’
Alguien Sui géneris. Tiene rasgos de superhéroe. Carece de poderes, salvo por su libro. Es como Batman, solo que el hombre murciélago nació millonario, y Jaime anda en bicicleta. Y quiere salvar al periodismo de la tecnología.
