¿De dónde vienen?, ¿a dónde van?, ¿son de África?, ¿son de Haití? Acaso, ¿son de Asia?, ¿de Cuba? Son del mundo. Son humanos.
Las guerras civiles, las matanzas étnicas, la pobreza, el sueño de un futuro generoso. El motivo por el que migran es diverso. Sórdido, doloroso, incierto. Cada alma errante tiene su historia.
Hombres, mujeres, niños. En Darién hay cientos. Hasta el pasado miércoles 17 de agosto habían mil 424 migrantes en esa provincia del país, de acuerdo con números suministrados por personal del Servicio Nacional de Migración, el Ministerio de Seguridad Pública, el Sistema Nacional de Protección Civil y el Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), que coordinan el operativo denominado “flujo controlado”.
Están distribuidos en tres albergues y en otros puntos de la frontera con Colombia, según Cristian Hayer, director del Senafront.
Pese a que la frontera está cerrada, Hayer dice que ingresan por ocho trochas clandestinas, rutas que de acuerdo con el funcionario “serán cerradas”.
Su destino: Estados Unidos. Panamá está en medio del camino. Al istmo llegan agotados, enfermos, casi moribundos. “No existe crisis sanitaria ni de seguridad”, aseguró el ministro de Seguridad Pública, Alexis Bethancourt.
Precisamente, hoy viernes 19 de agosto el mundo conmemora el día Mundial de la Asistencia Humanitaria, y el lema de este 2016 es “Una humanidad”.
Según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), alrededor de 130 millones de personas en el mundo necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir.















