En pleno siglo XXI es posible encontrar leyes o normas que rayan en lo absurdo.
En Inglaterra es mejor que las personas con problemas cardiacos eviten visitar el edificio del Parlamento. En ese país rige la prohibición legal de morirse en el hemiciclo.
Este recinto tiene estatus de palacio de la Familia Real, y si una persona pierde la vida allí entonces será enterrada con todos los honores.
La ciudad inglesa de Warrington tiene otra norma vigente y de poca eficiencia: están prohibidos los besos en la estación del tren.
Todo porque las autoridades locales en 1910 concluyeron que las excesivas muestras de cariño de las parejas retrasaban la salida de los trenes. Más de un siglo después los letreros siguen colgados.
Panamá, como parte de esa aldea global, no escapa al fenómeno legal. Se conoció recientemente que todavía estaba vigente el Decreto No. 49 de febrero de 1972, el cual prohíbe a las mujeres estar solas en bares, cantinas y demás centros nocturnos.
Aunque al parecer las autoridades no tienen interés en aplicar el Decreto 49, indicaron su pronta derogación. Abogados consideran que la norma contraría las disposiciones constitucionales de igualdad, y por sí sola no puede aplicarse.
El Decreto 46 no es el único caso de normas absurdas del ordenamiento panameño. El Código Administrativo establece a los corregidores la obligación de aprobar las licencias para mendigar.
Los artículos 1161, 1162, 1163, 1164 y 1165 definen cuando una persona es indigente, y solo conceden la solicitud de la licencia para mendigar a los sujetos sin familiares que lo asistan.
Es claro que desconocen estar violando la ley el 99.99% de las personas que actualmente se ven en la necesidad de vivir en las calles, ya sea por motivos de adicción o porque sus familiares los abandonaron.
Un jurista local no descarta más casos de leyes o decretos absurdos que estuvieron vigentes en algún momento de la historia republicana. Pero indica que la mayoría quedaron en desuso y otros fueron eliminados por demandas interpuestas ante la Corte Suprema de Justicia.
Pero no todas las leyes que chocan con la lógica son de vieja data. En Francia, específicamente en la playa La Garoupe, en la Costa Azul, aprobaron recientemente una ley que prohíbe los “selfies” o autorretratos. Esta acción practicada en exceso o de forma compulsiva fue clasificada como un desorden mental por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés).
Los administradores de la playa indican que la decisión busca incentivar a los visitantes a que aprecien mejor la estética del lugar, considerada entre las más hermosas del país galo.
No lejos de La Garoupe, en la ciudad italiana de Tropea, las mujeres con ´gorditos´ en su cintura no pueden bañarse en trajes de baño de dos piezas.
El pensar de esa localidad es que ese derecho está reservado para “las mujeres jóvenes que son dignas de alabar por su aspecto físico”.
En Rusia existe una ley que no permite conducir un vehículo si está sucio. Para aplicar este norma se realizó un estudio en el que más del 50% de los encuestados indicó que un auto está sucio cuando no se ven los números de la placa.
En Panamá, donde el polvo se adhiere a los autos como si fuera goma, no existirían los tranques si se aplicara una norma similar.
En Estados Unidos parece que los estados compiten por tener la legislación más ridícula.
En Illinois ningún monstruo puede entrar en los límites urbanos de la ciudad; y otra disposición prohíbe a las abejas volar sobre el pueblo o por cualquiera de sus calles.
En Ohio es ilegal capturar un pez bajo los efectos de las bebidas alcohólicas, mientras que en Alaska está prohibido despertar a un oso polar para tomarle una foto.
Latinoamérica tiene sus ejemplos de leyes incomprensibles. El año pasado el presidente venezolano Nicolás Maduro anunció la creación del Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo.
Colombia no escapa a la triste realidad de leyes que no son más que letras muertas sobre un papel. En algún momento de la historia del vecino país se creó el fondo de los pobres y la prohibición de la mendicidad.
Al margen de la ley y apoyados en tradiciones atávicas, existen pueblos con normas que fuera de sus fronteras son vistas como una violación a los derechos humanos, en especial contra la mujer.
India y Pakistán, por ejemplo, son países donde algunas costumbres tienen más peso que las leyes nacionales.
Allá, se protege a menudo más al victimario que a la víctima, y la mujer suele llevar las de perder. Incluso, mujeres llegan a morir en manos de sus propias familia. Basta que alguien dentro del circulo familiar se considere deshonrado por la mujer, para que se sienta con el derecho de matarla.
Aunque intenten intervenir las autoridades, si no se tiene la acusación de la familia del asesino, este puede quedar libre. Una investigación del diario Times of India calcula en dos millones el número de mujeres asesinadas en ese país, en su mayoría por violencia doméstica. Se estima que 100 mil son quemadas cada año.
