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Dos meses de atraso tiene el subsidio anual que le aporta el Gobierno al Hogar San José de Malambo, de $190 mil o apenas 8% de dicho gasto anual, aseguró sor Lourdes Reiss, rectora del hospicio.
Con 125 años de existencia, la subsistencia de este orfanato todavía depende de las donaciones que hacen particulares y empresas privadas, así como de su autogestión.
Estas contribuciones constituyen el 92% de su presupuesto anual, que al año asciende a $1.5 millón.
Cálculos de la religiosa indican que el sostenimiento de cada uno de los 145 niñas y niños alojados en este hogar, asciende a $600 mensuales, dinero que hay que ver cómo se consigue.
Los árboles frutales que rodean el Hogar San José de Malambo, ubicado en Arraiján, provincia de Panamá Oeste, le dan un aire campestre , capaz de ocultar hasta la más profunda tristeza.
Allí, bajo la sombra de tamarindos, mangos, guayabas y otras frutas, las risas infantiles y juveniles se multiplican, aunque alguna que otra lágrima cae de vez en cuando en esta fértil tierra.
Ya son 125 los años durante los que el Hogar San José de Malambo ha luchado para satisfacer las necesidades mínimas de quienes allí se alojan, y que hoy suman 145, entre niñas y niños.
Este lugar es uno de los 54 albergues que se dedican en el país al cuidado de más de 12 mil niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo social.
Décadas atrás, el hospicio funcionó en un edificio de tres pisos ubicado en calle 16 oeste, en el corregimiento de Santa Ana, al cual su rectora, sor Lourdes Reiss, apodaba “la porta viandas”, pues allí todo era justo y no había siquiera espacio para la recreación de los párvulos.
Desde marzo de 1995 funciona en el distrito de Arraiján, donde también se construyó una escuela para 480 alumnos, la cual es considerada un “lugar de Dios”, por las religiosas de la congregación Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.
A esta congregación pertenece Reiss, una religiosa de madre chiricana y padre checoslovaco, cuya mayor preocupación son los niños.
A DURAS PENAS
Hoy día, el 92% de su presupuesto anual de $1.5 millón depende del aporte que hacen personas caritativas, así como de representantes de empresas privadas, además de la autogestión.
Esta última consiste en vender aves de corral y chivos. Parte de la producción va a parar al comedor, y otro tanto se destina a la venta.
Esto tienen que hacerlo, toda vez que la ayuda que reciben de parte del Gobierno apenas constituye un 8% de su gasto por año.
“Solo nos dan un subsidio de $190 mil anual, el cual ya tiene dos meses de retraso”, afirmó Reiss.
Luego de hacer ejercicios matemáticos, no dudó en afirmar que sostener a cada uno de los 145 niñas y niños del hogar asciende a $600 mensuales.
No obstante, aclaró que estos gastos se incrementan en los casos de infantes con enfermedades como leucemia, cuyo gasto en medicamentos –solo en caso de un niño– puede superar los $900 mensuales
Además, hay que hacerle tratamientos a los 18 niños que están infectados con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).
OPTIMISMO
Pese a estas necesidades, las estructuras del orfelinato se expanden y en los próximos meses estará listo un salón para la visita de los niños, y dos más para terapia ocupacional y terapia psicológica.
De acuerdo con su rectora, los nuevos edificios permitirán contar con un espacio para la atención de los traumas emocionales que presentan muchos de los niños que allí ingresan.
Las nuevas instalaciones tienen un costo de $143 mil, los cuales han sido sufragados con donaciones de particulares y de la empresa privada.
Sor Lourdes insistió en que el hogar es un sitio donde los niños pueden gozar de protección y bienestar.
FALTA DE IDENTIDAD
Con dolor, la religiosa admitió que muchos de los infantes que ingresan al hogar lo hacen no solo con traumas, sino también carentes de un nombre propio.
Aseguró que por años se ha luchado para que unos 25 niñas y niños que allí se alojan puedan ser inscritos en el Registro Civil, para que posean la nacionalidad panameña.
A manera de ejemplo, dijo que uno de estos casos es el de una niña que ingresó al hogar a los cinco años y que seis años después no ha sido posible restituirle este derecho, pese a que para ello solo se requiere que de oficio el juez de Niñez ordene su inscripción.
Pero, al no poder presentar el registro de nacimiento, las niñas no pueden recibir beneficios como el de la beca universal.
Igualmente, en temas de adopción los avances han sido pocos, puesto que en muchos casos la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia se opone a ellos.

