La Villa Heroica, así bautizó Simón Bolívar a San Antonio, estado del Táchira, un pequeño poblado al sudoeste de Venezuela que es fronterizo con Colombia y que fue el pionero de la gesta libertadora que testificó el inicio de la Campaña Admirable para independizar a América de los españoles.
Por muchos años, su aduana fue la entrada de mercaderías de todo Sudamérica e, incluso, era paso obligado de la carga terrestre que se movía al llegar desde Panamá a los puertos colombianos, y luego tenía como destino los andes venezolanos, el llano y parte del centro occidente. Se le conocía como la aduana terrestre más activa de la región.
Hoy, la dinámica fronteriza es otra. El principal aeropuerto del pueblo lleva clausurado varios años. Se llega desde Caracas por carretera en un tramo serpenteado de entre 14 y 16 horas de viaje, o “cazando” los pocos vuelos desde Maiquetía hacia las poblaciones de la Fría, o a Santo Domingo del Táchira, que al aterrizar están a dos horas de camino del punto fronterizo.
El puente internacional Simón Bolívar, con sus 315 metros de largo, une a Colombia y Venezuela, y sirve hoy de corredor humanitario para que los venezolanos pasen a los poblados de La Parada, Villa del Rosario o a Cúcuta, la capital del Norte de Santander, a comprar medicamentos, alimentos, repuestos para vehículos, llantas, cambiar divisas e, incluso, a escapar a otro país.
Este paso, que duró cerrado un año, ha visto transitar a pie, a un mes de haber sido abierto, a más de 1 millón 733 mil venezolanos. Más del 70% de ellos han ido a comprar a Cúcuta, según Migración Colombia. Llegan de todos lados, no solo del Táchira. Van por avión o por carretera de Caracas, Maracay, Valencia, y hasta del oriente para abastecerse.
El tránsito es controlado por las autoridades colombianas, que exigen descargar las planillas de la Tarjeta Migratoria de Tránsito Fronterizo en el sitio www.migracioncolombia.gov.co. Con este documento las autoridades permiten el acceso a los venezolanos hasta por un mes, si el motivo es de compras, médico o para adquirir otros bienes e insumos en la zona del Norte de Santander.
Si el motivo es un viaje al interior de Colombia por carretera o conexión aérea, las personas deben sellar sus pasaportes en ambos países. Todos estos trámites, tanto para los pasajeros como para los compradores o quienes van a consulta médica, deben hacerlo caminando por la aduana, hasta atravesar el puente bajo un sol de 34 grados centígrados y una sensación térmica de 44 grados. La frontera abre todos los días a las 5:00 a.m. hora colombiana y cierra a las 7:00 p.m., y algunos días hasta las 9:00 p.m.
En el corredor el tránsito es bidireccional: del lado derecho se ingresa a Colombia y del lado izquierdo se regresa a Venezuela. Al finalizar, el puente del lado colombiano, la autopista parece un mercado persa. Vendedores ambulantes con todo tipo de mercancías, desde bolsas de agua, hasta empanadas, carretillas y los cambistas que gritan a voz en cuello: ¡cambiamos sus bolívares!
El pasaje a Cúcuta cuesta mil 600 pesos o 57 centavos de dólar, o unos 717 bolívares. Los choferes de los autobuses de corta distancia aceptan pesos y bolívares al mismo tiempo.
Llegar a Cúcuta es un paraíso. Siempre lo fue para las compras de los venezolanos. La ciudad luce limpia, moderna y con amplios centros comerciales, hipermercados de lujo y abastos de todo tipo, muy bien abastecidos, lo que contrasta con los comercios vacíos y cerrados del otro lado.
En un supermercado colombiano da la bienvenida una montaña de pacas de harina de maíz. ¡Casi que dice: los estábamos esperando! Con 150 mil pesos, 53 dólares o 67 mil bolívares, se compran suficientes víveres para una familia promedio de cinco personas y quizás alcance para unos 15 días. El mercado sale más económico que comprarlo en Venezuela a los buhoneros o ‘bachaqueros’ o hacer filas de 8 horas frente a los supermercados, sin saber si habrá o no productos.
A las afueras de un centro comercial, un letrero gigante dice “Yo amo Cúcuta”. Un retrato obligado para agradecer volver a una tierra que nunca fue ajena a los venezolanos.
El regreso se emprende en la tarde. La gente pasa de nuevo el puente a pie, y llevan a cuestas o en carretilla bultos de comida, y la carga de volver a un país en crisis.

