La pandemia por la Covid-19 ha dejado más concentración de poder, una mayor percepción de corrupción y una valoración ambigua de la democracia. La ciudadanía sufre a causa de la severa contracción económica y se aferra a los servicios públicos.
Con la crisis sanitaria, la desigualdad de género se profundizó en los hogares, y en el país persiste la discriminación. En los dos últimos años, un Panamá meritocrático y la desconfianza prevalecieron como dos de los rasgos principales de la ciudadanía del país. El acceso al entorno mediático es desigual.
Estas son algunas de las conclusiones de la encuesta sobre Ciudadanía y Derechos 2021, Panamá antes y después de la pandemia, un estudio del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (Cieps).
Las instituciones
En lo que concierne a ciudadanía y derechos sociales frente a la pandemia, la encuesta reveló que las organizaciones están menos valoradas con respecto a 2019, con excepción de la iglesia Católica, y las iglesias evangélicas. La caída más grande la sufrieron los sindicatos. Le siguen las pequeñas empresas, los bancos, los medios de comunicación, y la gran empresa. “Se puede ver que todos los actores, excepto la iglesia Católica, y la evangélica, han caído en la valoración que hace la ciudadanía panameña sobre ellos. Los bancos, los sindicatos, los partidos, los medios de comunicación, el gobierno, la Asamblea Nacional, todos han caído. Excepto las iglesias. Es un hallazgo: las iglesias se han mantenido prácticamente igual, y todos los demás cayeron”, asegura el politólogo Harry Brown, director de Cieps.
También le consultaron a la población sobre la valoración y la influencia de estos actores, y luego unieron estados variables para así elaboraron un “plano del poder”. Fue así como llegaron a la conclusión de que el poder en Panamá, entre 2019 y 2021, se ha concentrado. “Antes el poder lo tenían los bancos, la iglesia Católica, la gran empresa y los medios de comunicación. Los únicos que han quedado en el plano del poder han sido los medios de comunicación y los bancos”, asegura Brown.
Pero entonces, aquí surge una pregunta crucial: ¿dónde queda el gobierno?
Brown lo explica así: “la población le atribuye al gobierno una muy baja valoración. Tanto en el 2019 como en el 2021, le atribuyen poca influencia, por lo tanto creemos que hay una discusión interesante sobre quiénes tienen poder en Panamá”.
La corrupción
La corrupción encabeza la lista de los principales problemas del país (23.1%), por encima de la inseguridad, que había ocupado el primer lugar en 2019. En segundo lugar está el desempleo (18.1%), y en tercer puesto figura la educación (12.8%). La inseguridad (12.5%) está en cuarto lugar.
El estudio dice que el hecho de que la corrupción se perciba como el principal problema es producto de un proceso regional que fue adquiriendo fuerza con el escándalo de Odebrecht. En Panamá, este caso implicó a dos expresidentes de la República. El estudio también argumenta que la pandemia y la emergencia sanitaria acentuaron este fenómeno. De hecho, la misma encuesta también revela que el 53.7% de la ciudadanía cree que la corrupción ha aumentado en el último año. “Presumiblemente, la situación de emergencia y las numerosas denuncias aireadas durante la pandemia han ayudado a colocar el tema como el principal problema para la ciudadanía”, explica la investigación.
Jon Subinas, sociólogo, antropólogo, e investigador del Cieps, en esta parte explica que da la sensación de que existen diferentes agendas en función del estrato social del que hablemos. “Lo digo, por ejemplo, en relación al acceso al bienestar. Nosotros hemos creado una variable de 13 o 14 categorías: agua, la luz, el celular… un listado amplio que hemos clasificado en grupos sociales, y en función del acceso. Lo curioso es que los que tienen un peor acceso dicen que la corrupción no es el principal problema. Es el desempleo. Las personas que tienen un mejor bienestar son las que aseguran que la corrupción es el primer problema. Las personas con menores recursos tienden a señalar a la pobreza como un problema”, narra.
La democracia
El estudio también destaca que el apoyo a la democracia es bajo. Algo que, de acuerdo con Brown, “no es nuevo, pero sí debe preocuparnos”. “Hemos encontrado que en el 2021 la juventud es la que menos apoya a la democracia en comparación con las que tienen 50 años o más. Esto nos debe preocupar sobre cuáles son las nociones de democracia que tiene la población más joven del país ”, añade.
De hecho, la investigación dice que el porcentaje de personas que afirmaron que en algunas circunstancias un gobierno autoritario puede ser mejor que uno democrático se mantuvo (de 14.7% a 12.6 %), o bien, que les da lo mismo un gobierno autoritario que uno democrático (de 33.2% a 32.9 %).
Subinas agrega que a uno de cada tres encuestados, les da igual que el sistema político sea una democracia o una dictadura. Pero que si eso lo cruzan con los niveles de bienestar, el estudio arroja que los que tienen un peor acceso al bienestar, (4 de cada 10 ) les es indiferente un sistema democrático. “Allí hay un llamado de atención, es una luz roja. Un sector importante de la población está muy desconectada del sistema político y de la democracia. El sistema político no está satisfaciendo las necesidades básicas”, afirma.