Como un centro de demostraciones políticas, entretenimiento y descanso se muestra en los libros al histórico parque de Santa Ana.
Los orígenes de esta plaza se remontan a la fundación de la ciudad de Panamá en las faldas del cerro Ancón, cuando a principios del siglo XVII estaba dividida en cuatro barrios correspondientes a los corregimientos de Santa Ana, Calidonia, El Chorrillo y San Felipe.
El corregimiento de Santa Ana fue parte del arrabal de la antigua ciudad de Panamá, además de un lugar de encuentro del pueblo, contrario a San Felipe, donde residían las familias con mayores recursos económicos.
En la edición No. 137 de la Revista Lotería, publicada en 1967, Ernesto Castillero Pimentel precisa que el primer parque de Santa Ana, frente a la iglesia, fue construido por Vicente Alfaro.
Añade que la obra estuvo bajo la dirección del ingeniero José Gabriel Duque, quien donó para el mismo una verja de hierro y 36 bancas. A la vez, dotó al jardín con varias plantas de palma real, importadas de Cuba.
Sin embargo, pasado cuatro siglos el área se muestra descuidada y poco atractiva, a pesar de haber sido declarado monumento histórico nacional en 1984.
En un breve recorrido por la zona, varios de sus residentes y pequeños comerciantes no esconden el acelerado cambio que ha tenido el lugar.
Uno de ellos, Marcia Forero, de 60 años, quien siempre ha residido en calle octava del cercano barrio de San Felipe, específicamente frente a la iglesia San José, recuerda con una sonrisa cuando junto con su familia iba hasta el parque de Santa Ana a escuchar música.
“Mi abuelo iba allí a sentarse con sus amigos. Recuerdo que ahí celebraban los sorteos de la Lotería. Venía la Orquesta Sinfónica y las bandas Republicanas y del Cuerpo de Bomberos a tocar música en horas de la noche. Aunque esto no se hacía todos los días, uno venía a distraerse. Todo era bien diferente”, sostuvo.
Indica que ahora el parque ha dado un cambio muy drástico, e incluso “se ven todo tipo de cosas, como la prostitución. Es decir, ahora uno no puede ir a sentarse a tomar un café, porque enseguida te pregunta cuánto quieres”.
Orlando Robles Luna, expolicía, residente y pequeño comerciante en la zona, narra que muchas veces le tocó custodiar ese lugar.
“Resultaba agradable porque había abundancia del color verde de los árboles, menos delincuencia y todo estaba limpio”, manifestó.
Para este hombre hoy el ambiente es otro, ya que hay un exceso de ruido que produce el flujo de vehículos y buses, los almacenes y restaurantes.
Incluso, puntualizo que la plaza está dentro de una zona denominada como “roja”, donde sin importar la hora se reportan hurtos, robos y peleas callejeras.
Por otro lado, Ana Elena Porras, exdirectora del Instituto Nacional de Cultura, apunta que la plaza de Santa Ana tiene un gran valor histórico para el país, pues allí se hicieron apoteósicas manifestaciones en defensa no solo de las clases sociales, sino de la lucha por la soberanía nacional, la República, y en pro de la democracia.
Dijo que “pareciera existir un perverso interés de borrar de las memorias del pueblo la lucha de esos grupos sociales en busca de un Estado de derecho y de igualdad de oportunidades para todos”.
En tanto, Sebastián Paniza, presidente del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios en Panamá (Icomos, por sus siglas en inglés), señaló que lo acontecido con el parque de Santa Ana “no es una situación aislada y única, sino que gran parte de nuestro patrimonio histórico y cultural se ha dejado perder”.
Entre ellos, mencionó a manera de ejemplo el museo Reina Torres de Araúz, el estadio Juan Demóstenes Arosemena y el camposanto de Corozal.
Por su parte, Rebeca Somoza, directora de la Oficina del Casco Antiguo, indicó que se están haciendo esfuerzos para la restauración y preservación del patrimonio nacional, entre ellos la recuperación del Teatro Nacional, la catedral Santa María la Antigua y el Palacio Municipal de Panamá.

