La mirada en los retratos de George Washington Goethals, el ingeniero que culminó el Canal de Panamá, despista al observador.
Muestra a un hombre impávido, imperturbable, como el militar que el presidente estadounidense Theodore Roosevelt envió a Panamá para que completara la obra cúspide de su política expansionista e imperialista en América Latina.
Lo que las fotos no enseñan es al ingeniero que dedicó los siete días de la semana para finalizar un proyecto marcado por muertes y crisis financieras, o al neoyorquino de descendencia belga que solo reía con sus amigos de confianza, o al jubilado que por fin pudo emplear la mayoría del día a cuidar sus plantas.
Su bisnieto, George Rodman Goethals, conoce poco o casi nada de ingeniería; prefirió la sicología. Aun así, sabe que su bisabuelo fue la pieza faltante para terminar la obra más importante del siglo XX, que hoy, en su primer centenario, es símbolo de la panameñidad y de la hegemonía de Estados Unidos en la región.
Goethals, bisnieto, no conoció al ingeniero canalero, así que su recuerdo es un conjunto de anécdotas de su padre y su abuelo. “Mi padre lo recuerda como un jardinero entrañable, orgulloso de sus flores. Murió cuando él tenía ocho años, y siento que conoció su parte más formal. Recuerda cómo lo iban a visitar los domingos para una gran comida y sentían que era todo protocolar, pero ellos eran niños, y ni siquiera respetaban el jardín”, contó el descendiente.
“La comida también tuvo que ser muy formal: mucha carne roja, ensalada y un postre serio. Probablemente era la única comida fuerte de la semana”, añadió.
Para entonces, el ingeniero Goethals había terminado su trabajo en el istmo. Los mosquitos, la malaria y la humedad ya eran cosas del pasado, aunque años después fueran el recuerdo de mejores tiempos. “Fue el momento más grande de su vida. Nunca fue tan feliz como lo fue en Panamá”, recordó su bisnieto.
UN PROYECTO MORTAL
Con la firma de los tratados Hay–Bunau Varilla en 1903, la construcción de un canal interoceánico pasó de manos francesas a un Gobierno estadounidense que pronosticaba en el istmo su afianzamiento geopolítico en América Latina.
Recibieron un proyecto en quiebra, por el que en Francia enjuiciaron a varios de sus inversores principales –entre ellos Gustave Eiffel, constructor de la Torre Eiffel en París–, y que acumulaba muertes por enfermedad entre capataces, ingenieros y mano de obra. Un desastre, dijeron algunos.
Roosevelt designó a John Wallace como el primer ingeniero en jefe del proyecto estadounidense en 1904, con un salario de $25 mil anuales.
Los problemas de la selva tropical, que causaron el fracaso francés, obligaron a Wallace a presentar su renuncia apenas un año después de asumir el proyecto.
El segundo ingeniero estadounidense en el istmo fue John Stevens, uno de los responsables de la construcción del ferrocarril que conectó al este y oeste de Estados Unidos.
A su llegada, ordenó construir un segundo ferrocarril en el istmo para acelerar las excavaciones y el traslado de tierra. También se dio cuenta de que la propuesta francesa de construir un canal a nivel del mar era imposible, así que diseñó el proyecto con varios juegos de esclusas que hoy funcionan en Gatún, Pedro Miguel y Miraflores.
Sin embargo, 20 meses después de dirigir las obras le envió una carta de renuncia a Roosevelt, en ella explicó que las presiones del puesto lo forzaban a abandonarlo.
Dos renuncias en dos años. Roosevelt necesitaba a alguien que no desamparara el Canal, un hombre que no tuviera opción de dirimir: un militar.
Roosevelt acudió a la fuerza armada en busca de un ingeniero capaz de asumir y terminar el proyecto. Goethals tenía entonces casi 50 años de edad, con 30 años de experiencia en la ingeniería, y con algunas visitas a las obras en Panamá.
Roosevelt le dio poder absoluto: ingeniero en jefe, presidente de la Comisión del Canal y de la Compañía del Ferrocarril. Su misión era terminar la obra.
Goethals no fue bienvenido al principio. Stevens era un hombre carismático, risueño, que tenía en su bolsillo el cariño de todos sus subordinados inmediatos. El nuevo ingeniero, en cambio, era muy serio y formal, lleno de protocolos y reglas. Un militar.
“Tenía que trabajar muy duro para ganarse a la mano de obra y lo logró”, aseguró Goethals, bisnieto. “Era un ingeniero brillante, que supo cómo delegar. Era un hombre justo”.
Goethals se enfrentó a una época tensa. Las leyes de Jim Crow estaban en pleno apogeo en Estados Unidos, y en el istmo también se trasladó la división racial. Mientras los estadounidenses recibían su pago en la planilla Gold Roll, los panameños y los negros lo hacían en la Silver Roll. Los asalariados en el Gold Roll tenían acceso a mejores viviendas, transportes y demás.
Pese a la costumbre, Goethals le ofreció trato justo a todos los trabajadores. “Nada podría nublar su percepción de lo bueno y lo malo. Algo era cierto o falso, con él no había nada de esa zona en medio en el que tantos perdieron su camino”, aseguró una vez un abogado estadounidense, según el libro El Canal de Panamá, una empresa militar.
Los domingos, días de descanso obligatorio, Goethals se dedicaba a pasear por el proyecto y a escuchar a los trabajadores. “No importaba la raza ni el cargo, escuchaba al que le hablaba con respeto”, evocó su descendiente.
La actitud del nuevo ingeniero jefe dio sus frutos, y solo en 1908 se extrajeron 37 millones de yardas cúbicas de tierra en el Corte Culebra, la mitad de lo que lograron los franceses en sus 17 años en Panamá.
Goethals mantuvo el ritmo de su equipo de trabajo y culminaron el canal en la primera mitad de 1914, dos años antes de lo planeado; casi una sátira a la ampliación actual, planificada para finalizar en 2014 y que por problemas económicos se atrasó dos años.
Al finalizar su labor, Goethals se convirtió en el gobernador de la Zona del Canal y vigiló de cerca su obra hasta 1917, cuando regresó a Nueva York y trabajó como un ingeniero consultor privado.
LOS GOETHALS Y PANAMÁ
El ingeniero Washington Goethals no fue el único que tuvo a Panamá como su hogar. Su hijo, George Rodman Goethals, también estudió ingeniería y por algunos años formó parte de la construcción del Canal.
“No era un buen ingeniero, y no le gustó mucho Panamá”, dijo el bisnieto, quien advirtió que sus primeros conocimientos del legado de su bisabuelo los obtuvo por cuenta propia luego de que su abuela, Priscilla Howes, le contó acerca de su paso por el istmo. “Siempre recordaba cómo tenían que comprar bombillos para combatir el moho y la humedad en los armarios”.
El otro hijo del ingeniero jefe del Canal, Thomas Rodman Goethals, en cambio, prefirió la medicina y estudió obstetricia. Por coincidencias de la vida, fue el médico encargado del parto en el que nació George Bush padre, quien en 1989 ordenó al Ejército de Estados Unidos invadir a Panamá con el propósito de capturar al dictador Manuel Antonio Noriega. Una operación que dejó cientos, o miles, de muertos. La cifra final de asesinatos todavía se desconoce.
El hijo ingeniero de Goethals también le copió otras costumbres. “Mi abuelo también era muy formal, y en sus comidas de domingo utilizaba una campanita para llamar a las personas”, acotó Goethals, bisnieto.
A diferencia de su padre, Goethals, hijo, no quiso saber más nada de Panamá. “En 1954 le dedicaron el monumento a mi bisabuelo. Mi abuelo no quiso venir, pues estaba molesto con algún congresista. Creía que habían manejado el trámite mal y se quedó en Estados Unidos. Yo tenía 10 años y me hubiera encantado venir y conocer Panamá por primera vez”, indicó.
No fue hasta 1996 cuando el bisnieto del ingeniero jefe del Canal conoció Panamá y la obra que construyó su apellido. “Vine a dirigir un grupo para conocer el Canal y hablarles de mi bisabuelo. La gente en Panamá fue muy amable, y me llevaron a cenas. En una de ellas, me pidieron posar junto a una fotografía de él. Dijeron que eramos idénticos, aunque en la realidad no lo somos”, recordó.
Desde entonces, ya van cinco veces que el bisnieto de Goethals completa la travesía entre el Atlántico y el Pacífico. Le encanta, y lo ha hecho de noche y de día. En 2007, se encargó de hacerla junto con los hijos de Stevens, el antecesor de su bisabuelo, y lo hizo ese año, ya que se cumplían los 100 años desde que Goethals asumió el proyecto. Viene también porque le gusta como lo tratan. “Cada vez me tratan mejor en Panamá”.
En Estados Unidos, en cambio, la situación es diferente. “Casi nadie conoce de su legado”. Hasta pronuncian mal su apellido. “Se pronuncia Gou-thals”, explicó.
“Es un legado de un logro magnífico. Uno de los proyectos de ingeniería más importantes en la historia, que tiene un gran impacto en la humanidad”, expresó en voz baja y con los ojos hacia el horizonte.
Siente que su bisabuelo no mostró su lado más humano a su familia, y prefirió ser más formal. “Mi bisabuelo en realidad se llamaba George William Goethals, pero al inscribirse en la Universidad, la persona a cargo pensó que la W era por Washington y se la dejó así. Muchos de los inmigrantes de aquella época se cambiaban el nombre a Washington cuando llegaban a Estados Unidos. Mi primo Thomas tiene una teoría: su lado protocolar y serio respondía al Washington; su lado amable, risueño y hasta revolucionario era del William”.
El bisnieto recuerda haber visto una vez un documental sobre el Canal de Panamá, en el que apareció un video de su bisabuelo. Fue la única vez que lo vio riendo. “Te das cuenta de que justo antes de posar de manera formal hace un chiste y se comienza a reír a carcajadas”. Quizás pensaría en su jardín.

