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Instituto de Salud Mental: el ‘infierno’, según sus pacientes

Instituto de Salud Mental: el  ‘infierno’, según sus pacientes
Los pacientes de depresión y otros trastornos muchas veces ingresan de forma voluntaria al Instituto de Salud Mental (Insam) en busca de ayuda a sus problemas. Sin embargo, algunos pacientes se quejan de maltratos y humillaciones que sufren de manos de

Cuando, en 2006, el Hospital Psiquiátrico Matías Hernández cambió de nombre a Instituto Nacional de Salud Mental (Insam), se suponía que cambiarían muchas cosas más, como, por ejemplo, que los pacientes recibirían tratamientos idóneos o dejar de internarlos de por vida y, sobre todo, tratarlos con dignidad.

Pero una investigación de este diario ha encontrado a pacientes que se quejan de miembros del personal del Insam por actos libidinosos, humillaciones, maltratos verbales, amenazas, discriminación y violación de sus derechos humanos.

Se trata de testimonios de pacientes que se internaron temporalmente, en su mayoría de forma voluntaria, en busca de ayuda para sus trastornos, algunos tan graves como intento de suicidio, bipolaridad, depresión y ansiedad, que los convierten en personas vulnerables, situación de la que, según sus palabras, se aprovechan algunos enfermeros e, incluso, médicos.

Confrontados por los pacientes, algunos de ellos respondieron con amenazas, en especial contra mujeres, que optan por irse del Insam o esperar hasta cumplir el período de convalecencia en ese centro médico para entonces no volver nunca más.

La Prensa contactó a varios pacientes, víctimas de presuntos miembros del personal de la institución de salud, para obtener sus testimonios sobre su convalecencia en las instalaciones del Insam.

Luego, este medio se comunicó con la psiquiatra Juana Herrera, directora del Insam –una dependencia del Ministerio de Salud (Minsa)– y también jefa del departamento de Salud Mental del Minsa, para que tanto ella como los señalados dieran su versión (Ver su entrevista en el recuadro).

El infierno

Diana Teresa Díaz es una estudiante de derecho diagnosticada con depresión y ansiedad. En busca de ayuda, el 22 de abril de 2021 ingresó al Insam tras un intento de suicidio. Pensó que allí la ayudarían a sentirse mejor, pero no solo vivió una pesadilla, sino que empeoró.

Su angustia en el Insam empezó desde la misma primera noche de hospitalización. Un técnico de enfermería —que Díaz describió como moreno, alto, delgado, fornido y que portaba un reloj plateado de fondo azul— entró a su habitación para tomarle la presión. El hombre le preguntó la razón de su ingreso. Tras contarle, él le preguntó si había sido porque un novio la había dejado, comentario, al menos, impropio. Estudios científicos han confirmado que el suicidio es un problema de causas complejas, no de un solo incidente.

Seguidamente, el enfermero —cuyo nombre no estaba en su uniforme de trabajo— le trajo una manta. Luego, “me agarró el brazo y fue subiendo. Yo no tenía fuerzas, pero me moví incómoda. No paró. Me metió la mano por debajo de la bata y me tocó los senos. Me paralicé y empecé a llorar. Le pedí que, por favor, parara. No lo hizo. Le pregunté, ya en voz alta, qué estaba haciendo, ante lo que me dijo que no había pasado nada y se fue”.

Díaz alega que nada de lo sucedido esa noche fue un error. “No tenía por qué tocarme ahí. Además, la luz estaba apagada y cuando examinaban, encendían las luces”. Mareada por los medicamentos y afectada por lo sucedido, Díaz le relató el incidente a otro enfermero.

Lo hizo de la mano de otra paciente, Carmen Herrera, compañera de habitación en el Insam. Pidieron que se revisaran los videos de las cámaras de la instalación, pero la respuesta fue: “o te calmas o te amarramos”.

La paciente también contó lo sucedido al psiquiatra encargado, Carlos Saavedra. Nada pasó. “Incluso, una de las técnicas dijo que yo era mentirosa y estaba levantando falso testimonio contra personas que solo querían ayudar”. A partir de entonces, Díaz fue ignorada.

“No dije nada y procuré salir lo más rápido posible de ese infierno. Fueron 14 días eternos y no me ayudaron: solo empeoré. Tuve, días después, un ataque de ansiedad [ una respuesta corporal y emocional de una sensación de amenaza y peligro] por cinco horas y nadie me ayudó. Fue horrible lo que me tocó vivir”.

Cuando salió, y pudo finalmente hablar con sus familiares, estos le contaron que, del hospital, les informaron que ella había estado alucinando que abusaban de ella. “Nunca aluciné. Esto pasó y, además, le mintieron a mi familia”.

La Prensa intentó contactar a Saavedra para conocer su versión. Respondió telefónicamente que le consultaría a la directora del Insam, así como al Departamento de Asesoría Legal, cuándo podía recibir a este medio para responder las preguntas. Pidió que se le llamara en 10 minutos, pero después de tres llamadas, no volvió a responder.

Tratos indignos

Lo que vivió Díaz en el Insam no fue un hecho aislado. Su compañera de habitación, Carmen Herrera, no solo confirmó los abusos descritos por ella, sino que relató tratos abusivos también contra ella en el Insam.

“Diana se levantó muy asustada, alterada y llorando. No sabía qué hacer, y al pedir ayuda, el enfermero de turno le dijo que si seguía, la iban a amarrar. Nadie la ayudó”, recordó Herrera, de 26 años, quien también se internó voluntariamente en el centro psiquiátrico seis días después de haber intentado cometer suicidio, el 17 de abril de 2020.

Su experiencia en el Insam, Herrera la describe como sufrir el infierno en la tierra. El 26 de abril de este año, tres días después de internarse, Herrera tuvo un ataque de ansiedad. El auxilio, en vez de ser inmediato, no llegó. Fue atendida por un auxiliar varón en la sala de mujeres, algo poco habitual, quien le hizo algunas advertencias.

“Le dije cómo me sentía y me puse a llorar. Me quería ir. Y entre más lloraba –recordó Herrera– él más se molestaba, hasta que me dijo: ‘¿Sabes qué le hacemos a los pacientes que se portan como tú? El doctor vendrá, te pondrá un sedante y te amarraremos en la cama para que ya no puedas moverte’”.

Asustada, lloró con mayor intensidad. El auxiliar le preguntó entonces: “¿Entendiste o no entendiste lo que te dije?”. Aterrada, guardó silencio. “Esa noche no vino ningún doctor ni me dieron nada para la ansiedad. Me sentí sola, abandonada”.

Herrera observó que no era la única que recibía esa clase de tratos. Se repetía con otras pacientes. “Me tocó ver a compañeras sufriendo ataques de ansiedad, por lo que no podían respirar [manifestación común en estos ataques], y entre nosotras nos teníamos que ayudar”.

La rutina diaria en el Insam comienza —y debía cumplirse estrictamente— desde las 4:00 a.m., y a gritos. Empezaba en las duchas comunales del Insam. Desde ese primer momento del día, tanto Herrera como Díaz sufrían humillaciones por usar ropa de talla grande. “Para mí, por ejemplo, no tenían ropa interior”, contó Díaz, a quien le prohibieron usar su propia ropa.

Tampoco a Herrera. “Casi todas las mañanas tenía que escuchar que, como estaba muy gorda, no tenían ropa para mí, y que me tendría que quedar en los dormitorios si no encontraban nada para ponerme. Si encontraban, era ropa manchada o rota. No podía quejarme si la cremallera estaba rota. Me decían que debía agradecer que, al menos, ese pantalón me subía. Nunca me dejaron pedirles ropa a mis padres”.

Tras la ducha, el desayuno, a las 7:30 a.m. Y hasta medio día, la rutina era ver la televisión. “Si tienes suerte, te atiende el doctor Saavedra, quien, para tratar diariamente con pacientes de salud mental, no tiene nada de empatía ni tacto”, se quejó Herrera.

Después de almorzar, “toca siesta, queramos o no”, hasta las 5:00 p.m. “Debes dormir, ya que, de no hacerlo, lo toman como rebeldía e insolencia. Para mí era casi imposible dormir, por lo que me quedaba dando vueltas en mi cama. Tampoco podía ir al baño, porque para ellos eso era que me estaba portando mal”.

A las 5:00 p.m., cena. Luego, baño, nuevamente. La rutina diaria –relató– terminaba con otra larga sesión de televisión, hasta las 9:00 p.m., salvo para los pacientes que sufrieran una crisis, en cuyo caso, eran sedados.

Herrera salió del Insam decepcionada. “Me dijeron que habría profesionales 24/7 disponibles. Pero ni los doctores ni las enfermeras ni las auxiliares te respetan una vez pasas a su poder. De los 14 días que estuve allí, nunca recibí terapia”. Tampoco cumplieron con el compromiso de llamar a sus padres a diario para reportar su evolución. “Eso nunca sucedió y ellos tampoco recibieron respuesta cuando llamaban y preguntaban por mí”, dijo.

El robo de la esperanza

Angelly González es otra paciente que no se aguantó callada los abusos en su contra en el Insam. La semana pasada contó públicamente, en su cuenta de Instagram, su experiencia, tras haber ingresado voluntariamente al Insam con una crisis bipolar.

La noche de su llegada –relató– “un auxiliar que dice llamarse Catalino, pero que también escuché que llamaban Eduardo, me dijo que si no me portaba bien me amarrarían”. A las 3:00 a.m., “apagó las luces y me empezó a hacer ‘masajes’ para luego pasar a tocarme los senos y amenazar con amarrarme”.

“Me obligó a quedarme callada. En ese momento sentí que sería más inteligente soportar y poder escapar al día siguiente”, algo que parece habitual en el Insam. Según Carmen Herrera, en el tiempo que estuvo internada, supo de cuatro pacientes que decidieron marcharse del centro médico.

Por la mañana, cuando acabó el turno de ese auxiliar, Angelly habló con doctores y enfermeras, pero fue ignorada. Decidió entonces firmar los papeles de salida del Insam y se fue sin recibir el tratamiento que fue a buscar allí.

“Simplemente, me dejaron ir para lavarse las manos. Esta no es la primera ni la última vez que se aprovechan del más débil… Me robaron la esperanza de creer en la humanidad. No sé si revisaron las cámaras o simplemente decidieron no investigar. Entré por intento de suicidio, no por alucinaciones… ¿Porque tengo una condición mental se pone en duda lo que digo?”.

Empleados denunciados siguen en sus cargos, revela directora

La Prensa entrevistó a la directora del Insam, la psiquiatra Juana Herrera, quien dijo que algunos casos en los que han habido denuncias de por medio se están investigando.

¿Qué puede decir del caso de Angelly González?

Interpusimos la denuncia ante el Ministerio Público y también estamos siguiendo una investigación administrativa.

¿Suspendieron al enfermero señalado por la paciente o sigue ejerciendo funciones en el Insam?

Aún no. Estamos en el proceso administrativo.

¿Amarrar al paciente es un procedimiento frecuente y normal?

No es parte de nuestro protocolo restringir movimientos por castigo. Es solo para que el paciente no se haga daño.

Pero varios pacientes lo denuncian... y dicen que elevan la queja en el hospital y no solamente nada cambia, sino que el trato se vuelve peor.

Los casos que nos llegan les hemos dado curso.

¿Cuántos casos tienen en curso?

Tenemos tres.


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