Trabajó codo con codo con los tres últimos papas. Fue oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antigua Inquisición, y secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional, el órgano más importante de consultores teólogos de la Santa Sede.
Pero cuando estaba en el punto culminante de su carrera, Krzysztof Charamsa (1972, Gdynia, Polonia) declaró su homosexualidad y presentó a su pareja con la que vive actualmente en Barcelona, España.
Antes de contarlo al mundo, escribió una carta personal al papa Francisco. “Nunca me contestó. Después de un acto tan doloroso para mí, el Vaticano reaccionó con miedo y frialdad. Me cesaron inmediatamente de mi cargo, sin preguntarme, ni siquiera me dejaron recoger mis pertenencias”, dice.
Esta semana sale a la venta en la librería panameña El Hombre de La Mancha su libro La primera piedra: Mi rebelión contra la hipocresía de la Iglesia (Ediciones B, Colombia), un testimonio autobiográfico en el que relata su vocación sacerdotal y denuncia sin tapujos a una iglesia contradictoria “obsesionada con la homosexualidad”.
“Me considero un gladiador. Tenía que escribir mi experiencia liberatoria en un ambiente hostil y así inspirar a más gente a aceptarse a sí mismo tal y como es”, explica.
Durante años, mantuvo en secreto su identidad sexual, pero lo más probable es que no fuera el único dentro del Vaticano. A su juicio, la mitad de los curas son gais. “El clero tiene muchísimos sacerdotes homosexuales que sufren terriblemente. Viven en una situación de auténtica esquizofrenia, porque deben odiar lo que son”, apunta.
“Lo que me sucedió a mí tras salir del armario es una especie de castigo ejemplar para todos ellos. Si alguien osa seguir mis pasos será desterrado. Este sistema te destruye y esto no tiene nada que ver con el cristianismo”, denuncia.
Para Charamsa, la cantidad de homosexuales dentro la Iglesia es lo de menos. Lo importante es que los reconozca y acepte. “El Vaticano está paranoico. Pero solo aceptando la diversidad, se cambiará la estructura del poder, que es machista y patriarcal, y entonces se cumplirá de verdad el Evangelio de Jesucristo”, agrega.
En este sentido, reclama a la Santa Sede que elimine la ley promulgada en 2005 por Benedicto XVI que prohíbe la admisión de personas homosexuales en el sacerdocio católico. “Es una regulación absolutamente discriminatoria, comparable a las leyes raciales del apartheid o las leyes nazistas contra los judíos, que también tenían una base científica”, incide.
Desde su punto de vista, los curas gais ejercen mejor el sacerdocio, porque “su experiencia de dolor hace que se puedan poner más fácilmente en el lugar del otro”.
Esta ley fue recientemente ratificada por Bergoglio. Un gesto que, según Charamsa, ha desenmascarado la verdadera intención del papa argentino ante los homosexuales. “La situación ha empeorado, porque con el mensaje aperturista Francisco ha manipulado la opinión pública. El Vaticano ha frenado cualquier estudio serio y sin prejuicios sobre la homosexualidad”, manifiesta.
Así, en su libro cita varios documentos ofensivos hacia las personas homosexuales, como la declaración Persona humana, de 1975, que, entre otras cosas, habla de “inadaptación social” o de “anomalía”; o el propio Catecismo, que enseña que la tendencia homosexual es “intrínsecamente desordenada”.
A pesar de que la Iglesia católica lo haya apartado, Charamsa sigue rezando todos los días y, sobre todo, sigue considerándose sacerdote por encima de todo. “Soy mejor cura que antes. Cumplo con transparencia los ideales por los que me hice sacerdote. Me siento más en paz con Dios que nunca”.

