El papa Francisco dejó el viernes la Amazonía tras exigir límites en la explotación implacable de la madera, el gas y el oro, y al mismo tiempo reconoció a los pueblos indígenas como los principales custodios para determinar el futuro de “nuestro hogar común”.
Durante su discurso frente a miles de indígenas, Francisco también protestó en defensa de las mujeres esclavizadas sexualmente en zonas donde existe minería ilegal de oro, y sin dar nombres criticó las políticas de esterilizaciones en países con mujeres indígenas, un tema sensible porque hace 20 años Perú mantuvo planes gubernamentales de ese tipo. En un coliseo repleto de hombres, mujeres y niños indígenas, varios de los cuales tenían el pecho desnudo y vestían tocados de colores brillantes, Francisco declaró al Amazonas como “el corazón de la Iglesia” y pidió una triple defensa de su vida, tierra y culturas.
Francisco reconoció la “sabiduría” de los pueblos nativos y dijo que los indígenas eran los “guardianes de los bosques” amazónicos que abarcan nueve países sudamericanos y 34 millones de personas y que el papa califica en su encíclica de 2015 como unos de los “pulmones” del planeta.
También pidió no perder la identidad cultural indígena y enfatizó que los nativos están ahora más amenazados que nunca y añadió que es “esencial” que los Gobiernos y otras instituciones consideren a los indígenas como socios legítimos al negociar planes de desarrollo y conservación.
Francisco también advirtió que existe otra “devastación de la vida” causada por la esclavitud sexual que sufren muchas mujeres que son obligadas a beber alcohol y vender su cuerpo a clientes que asisten a cientos de bares en las zonas de extracción minera aurífera de la Amazonía.
“Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: ¿Dónde está tu hermano?”, comentó el papa dirigiéndose a una audiencia en la que también estaban el presidente Pedro Pablo Kuczynski y otros funcionarios.
“No nos hagamos los distraídos. Hay mucha complicidad”, señaló.

