Cuatro días de rebelión interna y 10 horas de psicodrama y caos terminaron ayer con el líder socialista español Pedro Sánchez, lo que podría desbloquear ahora el panorama político del país tras nueve meses de parálisis.
Insultos, desencuentros e incluso llantos presidieron una jornada negra para un Partido Socialista Obrero Español (PSOE) vapuleado en las urnas en el último año y dividido frente al dilema de dejar gobernar o no en minoría a la derecha de Mariano Rajoy.
“He anunciado al comité federal la dimisión de la comisión ejecutiva federal y también de mi persona como secretario general”, anunció Sánchez a la prensa, después de perder una votación decisiva ante el comité federal, el “parlamento” del PSOE, que reunió ayer en Madrid a más de 250 integrantes.
Tras su partida, la formación estará dirigida de forma interina por una gestora, la cual “contará con mi apoyo leal”, prometió Sánchez, electo en 2014.
Dicha gestora, al contrario que Sánchez, podría facilitar la investidura de un gobierno del Partido Popular de Rajoy después de nueve meses de interinidad. De esta forma, España evitaría ir a elecciones generales el próximo diciembre, por tercera vez en un año.
Con esto, naufraga definitivamente la idea de Sánchez de buscar con sus 85 diputados (frente a los 137 del PP) un gobierno alternativo, que habría requerido el apoyo de los izquierdistas de Podemos y de los nacionalistas catalanes, dos potenciales aliados de los que recelan mucho en las filas socialistas.
Públicamente, Sánchez formuló la idea de formar un gobierno alternativo junto a Podemos, y apoyado de alguna forma por los partidos nacionalistas catalanes para alcanzar la mayoría en el Parlamento. En privado, sin embargo, era consciente del riesgo de una alianza con Podemos y su líder Pablo Iglesias, con quien nunca ha tenido empatía, según una persona cercana a Sánchez.
Podemos pidió con insistencia a Sánchez que promoviera un gobierno alternativo de izquierdas, y este sábado, su líder, Pablo Iglesias, no tardó en condenar el resultado. “Se imponen en el PSOE los partidarios de dar el gobierno al PP. Frente al gobierno de la corrupción, nosotros seguiremos con y por la gente”, escribió en su cuenta de Twitter.
La nueva gestora contará probablemente con 11 miembros y estará dirigida por el discreto presidente socialista de Asturias, Javier Fernández, indicó un consejero de Sánchez. Los detractores de este tendrán en ella “una cierta mayoría”.
El comité federal de ayer decidió, por 133 votos en contra y 107 a favor, tumbar la propuesta de Sánchez de celebrar un congreso extraordinario en el que revalidaría un liderazgo que está en la cuerda floja desde que el pasado miércoles le estalló una rebelión interna.
La votación culminó 10 horas dramáticas, en las que los participantes no lograban ponerse de acuerdo sobre el orden del día, y en las que previamente hubo un primer intento de votación y un conato de moción de censura contra Sánchez, ambos abortados.
La misma crispación se vivió frente a la sede del partido, en la madrileña calle de Ferraz, donde desde el amanecer un centenar de simpatizantes de Sánchez hostigó a sus detractores a gritos de “golpistas”, “fascistas” y “traidores”.
“El partido está roto”, lamentó José Antonio Pérez Tapias, integrante del comité federal, antes de conocerse el desenlace.
El hasta ahora líder, un economista madrileño de 44 años, con buenas dotes de orador, estaba muy debilitado desde que el miércoles dimitió en bloque casi la mitad del ejecutivo federal, la cúpula dirigente del partido, con el objetivo de derribarlo. Desde ese día, el sector disidente no reconocía su autoridad, y anunció que prefería confiar la dirección interina del partido a una gestora.
El pasado viernes, Sánchez había advertido de que en caso de prosperar esta opción presentaría su renuncia. Los críticos del hasta ahora líder le reprochaban que el partido cosechó los peores resultados de su historia en las elecciones generales de diciembre y junio, y en las regionales de Galicia y País Vasco el domingo pasado.
Según ellos, ante una tesitura así es más conveniente resignarse a la oposición durante una legislatura, recuperarse de estos batacazos y luego intentar llegar al poder.
Los simpatizantes de Sánchez no comparten esta estrategia, y consideran que la oposición al PP prima por encima de tacticismos.
“Todo esto me parece una conspiración que nunca se ha visto en el partido”, dijo Francisco Gómez Martín, un veterano militante que se encadenó 26 horas en la sede del PSOE en Mérida (Extremadura) tras conocer el miércoles el intento de derrocamiento de Sánchez.
Los partidarios de Sánchez estaban igualmente enfurecidos con Susana Díaz, la influyente presidenta socialista de Andalucía y una de las principales promotoras de este “golpe de mano”.
Todavía segundo partido de España, al PSOE le pisa los talones la formación antiausteridad Podemos, nacida en enero de 2014.
En marzo pasado, el hasta ahora líder del PSOE se arriesgó a someterse a una votación de investidura con el apoyo de los liberales de Ciudadanos. El intento fracasó con los votos en contra de Podemos y el PP de Mariano Rajoy.
Criticado por su falta de diálogo, Sánchez desoyó hasta el final los consejos del expresidente del gobierno Felipe González (1982-1996), que propone dejar gobernar a la derecha para poner fin al prolongado bloqueo político.

