ANCESTRAL. LEGADO DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS.

El reino de la Gran Abuela

El reino de la Gran Abuela
El palacio real se encuentra en Sieyik, capital de la región Teribe, donde el rey y el consejo general que lo asiste se reúnen.

En las recónditas y majestuosas montañas de Bocas del Toro se asienta el reino Naso Tjër Di, único grupo originario con monarquía a lo largo de América Latina.

En el país son más conocidos como Naso Teribes y como en todo reino hay un rey, un palacio, calabozos y una serie de decretos reales que datan desde tiempos inmemoriales. Pese a que no hay dragones, una de sus danzas lleva el nombre de este temible ser mitológico.

El trono pertenece a la familia Santana, la dinastía que ha gobernado desde siempre. De hecho, el actual rey se llama Reynaldo Santana y, con 34 años, es el más joven en ocupar la silla real.

A diferencia de sus antecesores, este monarca ha tenido que modificar algunas formas de conducta por las exigencias de la presente época. Por ejemplo, tiene Facebook, está a punto de culminar el bachillerato y ha eliminado algunos castigos que datan de tiempos pasados.

Cualquiera pensaría que la vida del rey Reynaldo transcurre entre la opulencia, grandes banquetes y fiestas en el palacio. Él dice que no es así, incluso afirma que no tiene un salario fijo. “Soy un rey pobre”, manifiesta.

Este gobernante fue coronado el 6 de octubre de 2011, con solo 29 años de edad, tras ser elegido por elección popular entre él y dos primos que aspiraban al trono. Nadie que no sea de la familia puede competir.

Antes, cuando el rey moría, el título recaía en el hermano que le seguía en edad y cuando este fallecía, la sucesión regresaba al hijo mayor del rey anterior. Pero esa situación varió con los años y ahora los nasos votan para escoger a su gran líder.

A Reynaldo le tocó reemplazar a su primo Tito Santana, rey por 15 años, quien fue separado de su cargo luego de acusaciones que lo vinculaban a dar el visto bueno al proyecto hidroeléctrico Bonyic, dentro de esa área.

En ese corregimiento habitan unas cinco mil personas divididas en 12 aldeas, aunque solo pueden votar cuatro mil, mayores de 15 años. Allí culebrea el imponente río Tjër Di o Teribe, cuyo significado en lengua naso es Gran Abuela. Ese es el espíritu o deidad que venera este grupo.

DE ALBAÑIL A REY

De niño y siendo parte de la plebe, a Reynaldo le tocó hacerse hombre en medio de un entorno social difícil. Su padre abandonó a su mamá y junto con sus hermanos, a temprana edad, llevaron los alimentos a su humilde vivienda, elaborada con pencas y paredes de bambú.

Su venerado río Teribe los convirtió en diestros pescadores, y la densa y húmeda selva bocatoreña les enseñó a vencer obstáculos. La educación no era una prioridad, y solo alcanzó sexto grado.

Su historia da un gran giro, cuando a los 20 años de edad decide probar suerte en Costa Rica, donde también habitan nasos, y se convierte en ayudante de la construcción. Allí aprende parte de esos quehaceres, por ocho años, hasta lograr ser albañil. Aunque cada año se trasladaba a Panamá en sus vacaciones para visitar a su familia y reverenciar a su Gran Abuela.

Cuenta que, pese a estar en el vecino país, no olvidaba sus orígenes y danzas tradicionales, como la del Tigre, una celebración realizada tras haberse matado a un felino en su comunidad. Otros bailes que recordaba eran los del Dragón o la Serpiente. Esta última canción trataba de una serpiente que se casaba con una joven teribe.

Pero ocho años después, el río Teribe lo reclamó y adulto regresa a su pueblo para adueñarse de la corona de plumas de águila que representa la libertad en los nasos.

Una vez en el trono se encuentra con normas y penas poco convencionales. Algunos castigos implicaban encerrar a mujeres en huecos de 12 pies de profundidad en caso de que fueran infieles o prensar en el cepo a alguien que cometiera una falta, como robarse una gallina.

“Eso va en contra de los derechos humanos. Actualizamos y reformamos este sistema de normas”, señala.

Ahora, indica, que si alguien hurta una gallina pasa 10 días en una cárcel dentro del palacio custodiado por “policías” nasos y además se le obliga a trabajo voluntario, como limpieza de caminos. La mayor pena llega a 150 días y 50 dólares, cuando un naso le quita la mujer a otro. En caso de que el delito tenga que ver con un homicidio o violación, se traslada al sistema de justicia ordinaria.

Mientras Reynaldo intenta resolver estos dilemas en su pueblo, sus días también transcurren entre estudios de bachillerato y asistir a cultos en una iglesia protestante, de la cual es parte. Aunque dice que esto último no le impide seguir venerando a su Gran Abuela: el Teribe.

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