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OPINIÓN

Sábado picante

En Panamá, el nombre de coronavirus es apropiado. Algunos políticos se comportan como verdaderos virus, y además, con corona, pues hacen lo que les da la gana. No importa si las autoridades públicamente los conminan a irse a casa para prevenir el contagio, por estar en contacto con personas que representan un riesgo.

Pero del lado nuestro, también hay quienes actúan como un virus, atacando a personas inocentes: los que discriminan el personal médico en uniforme –enfermeras o personal técnico de salud– que los creen focos de contagio; los histéricos, que, estando en la calle, escuchan un estornudo y quieren enterrar en vida al que lo hizo; y los que creen ser bromistas, desinformando y enviando noticias falsas a las redes sociales, con lo cual siembran estrés, histeria o pánico en un ambiente que ya, de por sí, está muy enrarecido.

Son estos momentos –los de crisis– los que sacan lo mejor y lo peor de cada sociedad, pueblo e individuo. Y así como hay gente trabajando incansablemente para salvar vidas, poniendo en riesgo la propia para asegurarse de contener el contagio, hay otros que despliegan una imperdonable falta de solidaridad, incluso con vecinos y/o familiares, que francamente avergüenzan. Es la clase de gente que empujaría a un anciano a su muerte con tal de salvarse.

Ese egoísmo es inaudito. Diputados preguntando por pruebas de coronavirus para ellos, su personal y sus comunidades, sin considerar que esta es una pandemia, a la que no solo el país, sino el mundo entero, está expuesto. No parece importarles que las pruebas para detectar el virus son limitadas. Y aun así, hay diputados que se ufanan públicamente de haberse hecho la prueba del virus, no una, sino dos veces. ¿Hay alguna justificación para tal privilegio? Ni siquiera el personal médico, con mayor riesgo, se somete a estas pruebas, salvo que presenten síntomas, y menos dos veces.

Dice la diputada Zulay Rodríguez que lo que pasa es que no la queremos oír. En eso tiene razón, pero es su derecho hacerlo, y lo respetamos. Sin embargo, si el Consejo de Gabinete hace reuniones virtuales, si la conferencia de prensa del Minsa es virtual, si los estudiantes reciben clases de forma virtual, ¿acaso en la Asamblea no existe forma de que sus intervenciones en el pleno sean también virtuales? Así, desde su casa, puede seguir dándose el gusto de criticar y atacar, pero sin exponer a sus colegas y empleados a un potencial peligro de contagio, que luego nos puede transmitir a todos. Ignorar esos riesgos es arriesgar la salud de cientos o miles de ciudadanos.

Los diputados pueden crear leyes y modificar su Reglamente Interno, pero, ¿no pueden impulsar una reforma para casos como el que ahora enfrentan? Es que ni siquiera tienen que ser creativos. Basta con copiar lo que hace el Ejecutivo, a fin de mitigar el contagio. Den un buen ejemplo, y no el patético e irresponsable comportamiento que han exhibido hasta ahora.


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