El segundo caso, es en cambio, incomprensible. A pesar de ser herramientas científicas ampliamente reconocidas para la medición de los estados y variaciones de la opinión pública, las encuestas son tratadas por algunos en el país, como cuestiones de fe.
Es usual escuchar a personajes públicos afirmar a los cuatro vientos y sin ápice de duda, que: "No creen en las encuestas", (nunca se les escuchó cuestionar, no obstante, las leyes de la estadística o el fundamento de las matemáticas, que hubiesen sido, por cierto, las únicas formas de sustentar su absoluto y generalizado escepticismo hacia "las encuestas").
Las formas de rechazo a los resultados de las encuestas son variopintas. Seleccionando sólo las más llamativas, tenemos que para Jacobo Salas, presidente de la Asamblea Legislativa, los resultados de las investigaciones de opinión son "absurdos". A criterio de Carlos Iván Zúñiga, ex rector de la Universidad de Panamá, las encuestas son "cifras estereotipadas". José Miguel Alemán, ex candidato a la Presidencia, afirmaba que "los encuestadores debían renunciar, pues llevaban meses con el mismo cuento". Germán Vergara, dirigente arnulfista, se declaraba "un convencido de realidades y no de utopías de cálculos", y la presidenta Mireya Moscoso afirmaba que "las encuestas se fabrican, se pagan y se manipulan" (no así, las manifestaciones de apoyo de carne y hueso, claro está).
