El mundo político y académico español anda alborotado porque un catedrático de la Universidad Complutense cuyo nombre no viene a cuento, entre otras cosas porque apenas aparece en las bases de datos de revistas científicas indexadas, acaba de declarar en el Senado de Madrid que la homosexualidad es una patología debida, en parte al menos, por haber tenido padres alcohólicos. A su vez, y según el mismo catedrático que es médico, psicólogo y filósofo, los homosexuales cuentan con riesgos superiores a los de la población digamos normal a la hora de caer en la depresión, los trastornos obsesivo-compulsivos, la tendencia al consumo de drogas e incluso la esquizofrenia.
Que tales cosas las afirme un catedrático no quiere decir gran cosa; todos los del gremio de la enseñanza universitaria sabemos cómo se llega a menudo a obtener una cátedra en España, y qué significa tal circunstancia en términos de prestigio y saber. Un conocido profesor de la época de la transición española sostenía que él y dos miembros más del tribunal podían hacer catedrático a un poste de teléfonos. Dicho profesor llegó nada menos que a director general de universidades si no recuerdo mal el cargo, así que su diagnóstico, aunque dejase de manifestarlo al verse instalado en el ministerio, es de los que sientan jurisprudencia. Los aún escépticos pueden repasar la nómina de los catedráticos de universidad en España y comprobarán por sí mismos el alto número de postes de teléfono que aparecen allí. En consecuencia, lo que pudiese decir el buen señor tildado de experto por el Partido Popular y llevado ante el Senado para declarar acerca del proyecto de ley de matrimonio entre homosexuales tiene poco fundamento si lo basamos en su sola condición de poseer de manera vitalicia una cátedra. Cabría, pues, valorar la trayectoria profesional del susodicho "experto". Autor de un puñado de manuales de ayudas y consejos al estilo de Cómo mejorar la autoestima familiar, cercano al Opus Dei y al psicoanálisis y muy citado por organizaciones como la universidad de Navarra, su presencia, como decía antes en las bases de datos de revistas científicas, se reducen a cuatro artículos sobre un mismo tema en los que figura como firmante en lugares poco destacados.
Ante la escasa enjundia de la contribución a la ciencia del catedrático de marras, tal vez sea mejor valorar el peso de una opinión como la suya acudiendo a sus propios textos. Destaca a tal efecto la introducción que hizo al foro "Posesión demoníaca y psiquiatría", auspiciado por un sacerdote español, en la que el catedrático de psicopatología de la Universidad Complutense confiesa haberse topado con dos casos de posibles poseídos. En uno de ellos un señor mayor, huido en concubinato con una bailarina, era capaz de hablar en arameo mientras lo exorcizaban. Ahora entiendo mejor según qué cosas.
El catedrático en cuestión expresó opiniones muy firmes en el Senado español. Los parlamentarios que le hayan hecho caso pensarán que la homosexualidad tal vez suponga el castigo divino por tener un padre borracho. Salvo que aceptemos que "respecto de la posible etiología de la homosexualidad, es mucho más lo que ignoramos que lo que sabemos. Más aun, con los datos actuales disponibles, puede sostenerse que está casi todo por hacer". La frase pertenece al texto Bioética y etiología de la homosexualidad, aportado al Foro de Teología Moral por el mismo señor catedrático que nos ocupa. Moraleja: si tiene usted un hijo gay, no sabrá si debe echar las culpas a los genes, a los catedráticos voluntariosos, al consumo de bebidas estimulantes o al mismísimo demonio.