ARGENTINA.

‘Locos al volante’

El día 6 de mayo de este año, publiqué en esta columna un artículo titulado "El loco del camión". Relataba en ella algunas peripecias ocurridas en la ciudad de Río Gallegos, capital de la provincia de Santa Cruz, tierra natal del presidente Kirchner. Tierra de la que fue y todavía lo es, amo y señor aunque últimamente a la distancia.

En aquella oportunidad un joven desocupado y públicamente conocido por la notoria alteración de sus facultades mentales, aprovechando un descuido de su conductor se montó en un enorme camión y luego de una endemoniada carrera urbana acabó volcando estrepitosamente a algunas cuadras de una ex residencia privada que el Presidente no ocupa ni visita en muchísimo tiempo.

Rápido de reflejos, el Gobierno Nacional por boca de su verborrágico ministro de Interior, se apresuró a convertir una chapucería de pueblo en un problema de Estado que, supuestamente, constituía un potencial atentado grave contra la seguridad del Presidente.

Corta vida tuvieron estas ridículas acusaciones que, vaya casualidad, coincidieron con las primeras denuncias serias de corrupción que involucraban a la firma constructora sueca Skanska con facturas fiscales falsas que, muy probablemente se vinculaban con "retornos" a funcionarios nacionales por obras de licitación pública. El caso, que tramita hoy en la justicia, fue rápidamente cubierto por otros escándalos que desde la fecha no han dejado de acompañar al Gobierno Nacional.

La bolsa de dólares de origen inexplicable encontrada en el baño de la Ministra de Economía, que dicho sea de paso le costó el puesto y la más reciente e internacionalmente conocida valija repleta de dólares del "empresario" venezolano Antonini Wilson, son solo algunas perlas posteriores de este interesante collar. Un collar que si bien objetivamente constituye un coctel explosivo, nada indica que necesariamente vaya a explotar con consecuencias electorales negativas, para un gobierno que de una u otra forma apuesta a las enormes posibilidades de amnesia colectiva en la que colabora una economía para la que todavía sopla el viento de cola.

Probablemente nadie haya expresado mejor esa situación, con una ironía que poco tiene de sutil, que un candidato oficialista a gobernador que declaró con insólito desparpajo que para el votante medio, Skanska resulte hoy vagamente asociada a una marca de yogur.

Un caso de manual para ejemplificar el carácter inducidamente sesgado de la memoria. Muchas aguas y algún que otro gobernador han corrido bajo los puentes de Santa Cruz desde los días del "loco del camión".

Casi cinco larguísimos meses han pasado desde la última aparición oficial del Presidente en su tierra natal. Su notoria ausencia más que a problemas de agenda, se debió al miedo a enfrentar una sociedad que, a flor de plaza, ha comenzado a dejar claro su hartazgo. Público y notorio es el drama de una provincia rica por sus regalías petroleras, que cada día se vuelve más arisca y reacia a ser gobernada a control remoto desde la capital del país a miles de kilómetros de distancia.

Por fin la semana pasada el Presidente reapareció oficialmente en su provincia acompañando a su mujer, ungida ya oficialmente en candidata oficial a sucederlo. Sin embargo, el acto cuidadosa y obsesivamente montado en materia de seguridad se convirtió en un verdadero fiasco para el Gobierno Nacional. Nuevamente un "loco al volante" acaparó los titulares de los principales medios de comunicación del país, pero esta vez contra la expresa voluntad del oficialismo. Un político del círculo íntimo del Presidente, tuvo la osadía o la imprudencia (para el caso da realmente lo mismo), de mezclarse con una columna de manifestantes contrarios al acto oficial. En una desesperada maniobra, en la que las imágenes registradas hacen presumir una irresponsabilidad rayana con el dolo y que hoy investiga la justicia, el funcionario en cuestión embistió con su vehículo contra la multitud. Casi una veintena de manifestantes heridos, una de ellas de extrema gravedad que todavía hoy se encuentra en terapia intensiva, fue el saldo de este nuevo "loco del volante".

Hasta el día de hoy, ni el Presidente ni su mujer candidata en campaña, han hecho la mínima mención frente a un hecho que si no fuera trágico resultaría patético.

¿Será que la ausencia de una responsabilidad directa frente a un caso como este, justifica tamaña insensibilidad? El precio humano ya se pagó, la eventual cobranza del político está en las manos de la sociedad.

Lo único fuera de discusión parece ser, que en pocos sitios el lugar común electoral de "conducir los destinos de la nación", aparecerá tan cargado de un contenido no metafórico como en el caso de Santa Cruz.


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