Ni en sus más audaces fantasías Memín Pinguín (de pingo) habría imaginado que sus travesuras crearían semejante furor en la Casa Blanca. Sin embargo, lo hizo, y esta vez el problema fue mayor porque se le ha condenado por el color de su piel y sus facciones no por los rasgos de su conducta.
Memín es el personaje central de una vieja historieta que cautivó a los mexicanos con sus travesuras, su ingenio, su sentido del humor y su habilidad para resolver en la práctica, de forma natural y amistosa, las diferencias raciales. Memín es de raza negra y tiene enormes labios, ojos y orejas.
Cuando el Servicio Postal Mexicano recién imprimió 5 estampillas con su imagen como parte de una serie de homenaje a caricaturistas mexicanos, los corresponsales de prensa norteamericanos en México publicaron la historia en sus respectivos periódicos alarmados con su propia historia nacional.
Como era de esperarse, Jesse Jackson, el autonombrado jefe de policía mundial, puso el grito en el cielo y exigió al gobierno mexicano retirar la estampilla. Más sorpresiva y preocupante fue la reacción del vocero de la Casa Blanca Scott McClellan, quien con pasmosa arrogancia, declaró que Memín "no tenía lugar en el mundo".
Travieso, simpático, dicharachero e incansable, en cada episodio Memín se las arregla para meter a sus amigos y a su familia en un atolladero del que saldrán gracias a su ingenio. En una memorable aventura, Memín viaja con su equipo a Dallas, Texas, a jugar un partido de fútbol. En un restaurante les niegan el servicio por ser mexicanos y negros y Memín arma tal escándalo que termina en la cárcel. Una vez liberado, conduce a su equipo a una gran victoria ante los estadounidenses.
La estampilla ha incomodado a algunas personas en México que sostienen, con razón, que en México hay individuos que son racistas. Históricamente muchos indios, negros, chinos y gays han sufrido algún tipo de discriminación en México y si bien todo esto es deplorable, hay que tener cierta pulcritud para discutir los asuntos raciales en México. Hay que colocar el tema en su propio contexto y no trasladar experiencias ajenas a un contexto estadounidense. A diferencia de Estados Unidos o Sudáfrica, el racismo nunca fue institucionalizado en México, donde dos negros y dos indígenas han sido presidentes.
En el México actual, la palabra "negro," se usa más para distinguir a inolvidables cantantes como "Toña la negra" o "el negro Ojeda." La Negra Consentida de Joaquín Pardavé y la "Negrita cucurumbé, del gran Crí Crí siguen siendo piezas importantes del cancionero mexicano.
Si la estampilla de Memín hubiera sido impresa en Estados Unidos, donde el racismo institucionalizado fue ley hasta hace poco, yo mismo habría denunciando su incorrección. Aunque dudo que habría pedido su supresión.
En Los Ángeles, la Junta de Supervisores del Condado se lució con una moción que es prodigio de contradicciones. Condena a Memín por sus rasgos raciales y, equivocadamente, elogia al presidente Fox por "descontinuar la edición de la estampilla". En rigor, la edición se agotó, gracias al desproporcionado escándalo.
Desde mi perspectiva, sin embargo, la desproporcionada reacción que Memín ha provocado en Estados Unidos muestra que a pesar de la acelerada integración económica, la brecha cultural entre ambos países sigue siendo insalvable.
