PROGRAMA NUCLEAR.

Nuevos temores en Sudáfrica

Esto es lo que se sabe: justo después de la medianoche del 8 de noviembre, Anton Gerber estaba sentado con su prometida en la sala de control de las instalaciones nucleares más secretas de Sudáfrica, donde el gobierno segregacionista o del apartheid de esta nación concibió y produjo seis bombas atómicas, cuando cuatro hombres armados irrumpieron en la sala. Gerber empujó a su prometida debajo de un escritorio. A él, los atacantes le dispararon en el pecho, tomaron una computadora y huyeron, pero abandonaron su botín mientras eran atacados por guardias de seguridad.

Ahora, tras dos semanas de dicho ataque, el más serio en contra de instalaciones nucleares en la memoria reciente, el Gobierno guarda silencio en su mayor parte con respecto a quién estuvo detrás de él, cómo irrumpieron en el lugar o por qué.

De hecho, el ataque ya está haciendo surgir interrogantes entre activistas y analistas con respecto a la prudencia de los planes que alberga Sudáfrica y otros estados africanos con miras a darle la bienvenida a la energía nuclear como una solución a escasez crónica en el suministro de electricidad, así como los problemas en el horizonte con respecto al cambio climático.

El ataque en contra del reactor nuclear y centro de investigación de Pelindaba, una de las propiedades custodiadas con mayor celo en África, es una enorme vergüenza para el Gobierno. Los cuatro hombres armados escaparon, sin ser identificados en las grabaciones de las cámaras de vigilancia. Gerber se está recuperando.

El martes de la semana pasada, algunos funcionarios reconocieron tardíamente que el reactor de Pelindaba había sido atacado esa misma noche por un segundo equipo de hombres armados, que también fue repelido y cuyos integrantes también escaparon, luego que los guardias hicieran sonar la alarma.

La Corporación de Energía Nuclear de Sudáfrica, heredera del programa nuclear del apartheid que fue creada por el gobierno, informó que había suspendido a seis oficiales de seguridad tras los ataques, insinuando que los allanamientos eran trabajos internos, mismos que fueron posibles solamente a través del conocimiento íntimo de las elaboradas defensas.

Sin embargo, nadie ha ofrecido una explicación probable de los ataques. Un informe noticioso de Pretoria, retirado bajo presión gubernamental, deja entrever un triángulo amoroso que involucraba a Gerber y su prometida, una de las supervisoras de la planta. Otros han hecho surgir el espectro del terrorismo, sin pruebas.

El incipiente movimiento antinuclear de Sudáfrica dijo que los allanamientos constituían evidencia del despreocupado enfoque del Gobierno hacia la energía nuclear. "Ellos no han logrado controlar las actividades allá; no han logrado proteger a la gente", dijo Mashile Phalane, de Earthlife Africa, grupo de activismo ambiental y en pos de la justicia social. Pelindaba es vital para los esfuerzos del Gobierno con miras a erigir una infraestructura de alta tecnología. Está investigando avanzados temas científicos y, a decir de algunos expertos, tiene en su poder uranio enriquecido que sirve en la fabricación de una bomba. Fue en Pelindaba que el gobierno segregacionista de Sudáfrica concibió y construyó casi siete bombas atómicas entre los años 1970 y 1980.

El gobierno renunció a su programa de bombas nucleares a finales de la era del apartheid, en tanto Sudáfrica, bajo la democracia, ha dicho que ya eliminó la mayor parte de dicha tecnología. Sus detractores se muestran escépticos, pero no es claro si la información para la fabricación de una bomba sería almacenada de manera tan casual como para estar disponible para ladrones.


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