El Partido Socialista Obrero Español ha ganado las elecciones, pero por puntos. Ha sido una confrontación entre dos grandes partidos. El PSOE obtuvo 11 millones 640 mil votos, el 43.64% y 169 diputados. El Partido Popular, PP, 10 millones 169 mil votos, 40.11% y 153 diputados. Como en 2004, la diferencia entre uno y otro, ha sido de 16 escaños, aunque en esta ocasión hay que resaltar la casi desaparición de Izquierda Unida y de Ezquerra Republicana de Catalunya y el descenso del Partido Nacionalista Vasco.
El bipartidismo se consolida en España para bien o para mal. Para bien, porque contribuye a articular un Estado que aún no ha consolidado su modelo de organización territorial. Y para mal, porque la pluralidad enriquece la democracia. Que el PSOE haya sido la fuerza más votada en el País Vasco y en Cataluña, que el PP se haya convertido en una fuerza minoritaria en estas comunidades y que los nacionalistas hayan bajado, significa que el Partido Socialista es la única fuerza política aglutinadora, con una presencia equilibrada en todo el Estado. Paradójicamente, durante los cuatro años de legislatura, el PSOE ha tenido que soportar las acusaciones del PP, en el sentido de que su política autonómica estaba rompiendo España y ayer, un día después de las elecciones, la conservadora emisora de radio Cope acusaba a Rodríguez Zapatero de favorecer los nacionalismos radicales. Pero, los resultados demuestran que los catalanes han reconocido su apoyo a la reforma del Estatuto, dentro de la Constitución, y los vascos han premiado los esfuerzos del Gobierno para negociar con ETA y que ésta abandonara las armas.
El asesinato de un ex concejal del PSOE de Mondragón, dos días antes de las elecciones, y la dramática petición de su hija, llamando a las urnas para luchar contra ETA, demuestran dos cosas: que el Gobierno no tenía un acuerdo oculto con ETA, y que la mayoría del pueblo vasco quiere el fin de la banda terrorista. El PP ha practicado una política crispada, de derecha dura. No se ha presentado ante los electores como un partido de centro liberal en los problemas claves: fiscalidad, educación, inmigración, derechos ciudadanos o laicidad del Estado. Y, sin embargo, ha obtenido más de 10 millones de votos, lo que significa que su suelo es sólido, que su electorado es fiel y que su política ultra conservadora da buenos resultados en todo el país, excepto en Cataluña y el País Vasco.
Pero este radicalismo le ha impedido ganar. El Partido Socialista ha movilizado a un electorado, decidido a que no ganara esa derecha y convencido de que, en una situación de crisis económica, el PSOE es capaz de capear el temporal, sin perjudicar a los más desfavorecidos. Además, los ciudadanos han identificado a Zapatero con la modernidad y el progreso, con la ampliación de las libertades y los derechos de los ciudadanos y con la mejora de unos servicios básicos, homologables a los europeos.
Es difícil saber lo que pasará en el PP. Si seguirá igual o si dará los pasos para convertirse en un partido conservador-liberal, al estilo europeo. También es pronto para saber cómo va a enfocar el Partido Socialista esta nueva andadura. El PSOE ha ganado en escaños al PP, pero no aumentó el número de votos de hace cuatro años. Es preciso que refuerce sus señas de identidad y que, desde el principio, logre convencer a los ciudadanos con una coherente acción de gobierno. Así se evitarán los nervios y las prisas de última hora.
