Las carnosas plantas con forma de botón apenas sobresalen desde el suelo del desierto. Sin embargo, Enrico Baldella sabía cómo localizarlas. Caminando cautelosamente a través de cactos que se yerguen a la altura de la cintura y duras espinas, rápidamente atisbó un grupo de peyotes, planta alucinógena que algunas tribus indígenas de México consideran sagrada.
"Hay una colonia de ellos", dijo Baldella, expatriado italiano que ha vivido por años en México. Se hincó y rebanó cuidadosamente un botón, de aproximadamente una pulgada de alto y del ancho de la palma de su mano, de su larga raíz subterránea. Quizá hicieron falta 10 años para que la planta alcanzara este tamaño.
Baldella hizo una pequeña fogata y sopló humo hacia la colonia restante, inclinando su cabeza y murmurando plegarias que aprendió de indígenas mexicanos y amistades entre nativos americanos en Estados Unidos.
El peyote es indisputablemente una de las atracciones para turistas mexicanos, estadounidenses y europeos que visitan el estado mexicano de San Luis Potosí, localizado en el extremo sur del vasto desierto de Chihuahua.
"No todos los que visitan Real de Catorce, viejo poblado minero y turístico, están buscando viajar".
Sin embargo, el pequeño pueblo sobre la montaña tiene la reputación de ser un lugar donde se puede buscar peyote con facilidad, aunque ilegalmente, para comerlo fresco, seco o mezclado en una bebida. Bajo la vigilancia de guías como Baldella, los turistas pueden descender al valle desértico que hay abajo, recoger y mascar la planta cactácea, aunado a contemplar sus alrededores por horas en un estado de conciencia alterada.
La tolerancia hacia la experimentación con el peyote es una inusual yuxtaposición a las violentas guerras de los carteles de las drogas en México. El peyote, mismo que también es usado por nativos americanos y se encuentra en los desiertos de Texas, crece de manera natural. No es de interés para los traficantes porque, a decir de la policía, no hay mucho dinero en su venta.
Por contraste, más de 900 personas han sido acribilladas tan solo en lo que va del año, a medida que carteles del crimen organizado luchan por el lucrativo tráfico de cocaína, heroína, metanfetaminas y mariguana hacia EU.
Los indígenas huicholes de México han consumido peyote por milenios como parte de un tradicional peregrinaje que efectúan desde la costa del Pacífico de México hasta el estado de San Luis Potosí. La ley mexicana permite su uso, exención que permite a los indígenas recoger y consumir el cactus siempre y cuando ellos no posean cantidades sustanciales con fines de narcotráfico.
En teoría, quienes no son indígenas tienen prohibido tener peyote en su posesión y pueden enfrentar severas condenas de ser hallados culpables de traficar grandes cantidades. Sin embargo, la ley al parecer no disuade la experimentación en el sitio.
Los residentes de Real de Catorce se quejan de que la policía a veces extorsiona a los turistas si descubre que los forasteros cargan consigo algunos cuantos botones en sus bolsillos. Por su parte, a los ambientalistas al parecer les preocupa más que el turismo del peyote esté poniendo en peligro el lento crecimiento de la planta debido a la excesiva recolección.
"En general, siempre ha existido bastante tolerancia cuando se trata del peyote, dijo Pedro Medellín, catedrático en la Universidad de San Luis Potosí que, en 1994, como el coordinador estatal de ecología, ayudó a convertir un tramo del desierto en esta localidad, mismo que está repleto de peyotes, en un área bajo la protección del Estado.
Las comunidades permiten que los forasteros entren a la zona protegida siempre y cuando ellos presenten una credencial de identidad y se sometan a una revisión cuando abandonen el lugar, con el fin de asegurarse que los turistas no han cargado sus automóviles de peyote.
En carreteras del área, soldados del Ejército mexicano revisan vehículos de manera regular en retenes, en busca de armas y drogas. En los últimos tres años, solamente una persona ha sido detenida por tener en su poder aproximadamente 30 botones de peyote, suficiente para desatar una acusación de presunto narcotráfico, comentó Enrique Buendía, el representante de la Procuraduría General de la República en San Luis Potosí.
Los acusados podrían enfrentar una condena mínima de 10 a 25 años en prisión, acotó Buendía.
Funcionarios del consulado de EU en Monterrey se negaron a responder a peticiones para obtener información con respecto ciudadanos estadounidenses arrestados por posesión de peyote.
"Es una proporción pequeña de personas la que hace eso", agregó Buendía, negando que el peyote sea el principal atractivo del área.
Real de Catorce es un pintoresco poblado que ofrece otros atractivos aparte de la planta alucinógena. Sin embargo, el simbolismo del peyote está por doquier.
Collares, camisetas, grabados en edificios y artesanías hechas por indígenas huicholes, que también se venden aquí, portan en su totalidad símbolos de los redondos botones del cactus.
El pueblo de unos cuantos miles de residentes ha servido como plató fílmico debido a su sabor del Viejo Oeste. Julia Roberts y Brad Pitt filmaron La Mexicana aquí, en tanto que Antonio Banderas espera filmar algunas escenas aquí para una película acerca de Pancho Villa.
De hecho, Real de Catorce es tan popular entre turistas provenientes de Austin, que hay autobuses que salen de manera regular desde la capital de Texas para llegar al poblado, pasando a través de Nuevo Laredo donde la violencia relacionada con los carteles de las drogas ha estado entre las peores en México durante este año.
En Real de Catorce, la indígena huichola Martina de la Cruz, de 51 años de edad, vende joyería de cuentas y cajas blasonadas con diseños de peyote. Sonrió ante las averiguaciones con respecto a la planta. Ella ya ha oído antes esas preguntas.
¿De dónde cree que sacamos las ideas para los diseños de las cosas que hacemos?, dijo. "Todos lo consumimos".
The New York Times News Service
