Se acabó: después de 20 meses de gobierno, la coalición de centroizquierda de Romano Prodi pertenece desde hoy definitivamente al pasado. Tras el fracaso del último intento del presidente del Senado, Franco Marini, de formar un gobierno de transición con la función de reformar la ley electoral italiana, ya es oficial: el presidente italiano, Giorgio Napolitano, disolvió el parlamento y convocó nuevas elecciones.
Mientras Prodi ya anunció que en el futuro quiere dedicarse sobre todo a desempeñar su papel de abuelo, el triunfante jefe de la oposición, Silvio Berlusconi, se encuentra de nuevo embriagado por el ansia del poder. ¿Qué ocurrirá ahora en la "bella Italia"?
Apenas anunció Prodi el 24 de enero su dimisión, comenzaron de nuevo los ya conocidos juegos de póquer italianos en torno a la formación de futuras coaliciones y posibles asociaciones electorales.
Pero no se espera que las cosas cambien mucho sin una reforma electoral, ya esté integrado el próximo gobierno por partidos de centroizquierda o de centroderecha. Demasiados pequeños partidos tienen desde hace años mucho poder en el parlamento, lo que provoca siempre crisis de gobierno en cuanto una de las mini–formaciones abandona la coalición.
Muchos expertos están de acuerdo en que debe aprobarse una cláusula de bloqueo, pero la desde hace mucho tiempo aspirada reforma ha vuelto a suspenderse en esta ocasión.
Al carismático y sonriente Berlusconi le resulta muy oportuno: con su coalición Casa delle Libert… (Casa de las Libertades), se sitúa con ventaja en las encuestas en todo el país de cara a unas elecciones previstas para primavera que podrían llevarle al poder por tercera vez, tras sus mandatos de 2004 y 2001.
Ya desde hace meses alardea con los pronósticos: "no permitiremos que la reforma electoral se convierta en un ancla de salvación para el gobierno de centroizquierda. Las normas actuales han funcionado bien".
Muchos habían dejado de contar con el político de 71 años tras su derrota electoral de 2006 y aún en diciembre su alianza de derechas parecía encontrarse en ruinas. Sus socios intentaron dejarlo plantado y declararon fracasado el duro curso de confrontación de Berlusconi; ahora se interesan otra vez por repartirse los puestos de ministro.
Según un reportaje del diario Il Tempo, el democristiano Pier Ferdinando Casini aspiraría a desempeñar el puesto de ministro de Exteriores, mientras el post–fascista Gianfranco Fini de Alleanza Nazionale se ve ya como presidente de una de las cámaras del Parlamento.
Pero también en la gravemente herida izquierda italiana existe un hombre esperanzador: Walter Veltroni, hasta ahora alcalde de Roma, es considerado no solo un visionario inteligente, sino que con sus 52 años representa una nueva generación en la política italiana. "Walter da miedo incluso cuando todos los comicios hablen a favor del centro derecha", comentó un periodista.
Desde octubre de 2007 es presidente del Partido Demócrata, una difícil asociación de demócratas de izquierda con La Margarita. Veltroni aspira retar a Berlusconi en solitario sin uniones complicadas.
Actualmente intentan atraérselo los pequeños partidos de la izquierda radical, a quienes les gustaría formar parte de su alianza. Habrá que esperar el resultado.
La política italiana, que provoca con frecuencia la burla en el extranjero, hace honor a su nombre. El escritor Giuseppe Tomasi di Lampedusa definió oportunamente la situación en su bestseller mundial de 1958, El Gatopardo: "Tiene que cambiar todo para que todo siga igual".
