Visto en forma retrospectiva, pocas dudas hay en afirmar que el principal problema del clientelismo en la Argentina radica justamente en no ser considerado un problema. Por el contrario, ocultando y reproduciendo en forma ampliada sus efectos perversos, el clientelismo político aparece como un atajo/solución a los problemas que crea el bajísimo nivel de institucionalidad. No sería el clientelismo, entonces, el culpable del bajo nivel de institucionalidad, sino que sería este último el factor legitimante del clientelismo.
El clientelismo y su cara opuesta y complementaria, el abuso de poder, parecen formar parte del paisaje nacional. Ninguna traba constitucional (como por el contrario ocurre en Colombia, por ejemplo) establece ningún tipo de incompatibilidad entre la condición de funcionario y la condición de candidato. Mas aún, el propio Presidente de la República que no es candidato (pero su mujer sí), no solo se enorgullece y proclama estar en campaña permanente, sino que además utiliza en forma ostensiva todo el aparato estatal al servicio de los candidatos del Gobierno. Cualquier otro lo haría en mi lugar, parecería ser el sentimiento que anima la falta de pudor del Presidente.
La inminencia de la coyuntura electoral (faltan hoy solo cinco semanas para las elecciones legislativas que renovarán la mitad de la cámara de diputados y un tercio del senado) parece poseer la propiedad de potenciar tendencias, que el más moderado de los observadores no dudaría en calificar de esquizofrénicas. Me refiero a que cuanto más recrudece eldesparpajo en el obsceno uso de los recursos públicos, más radicales se tornan los discursos del Gobierno contra las prácticas clientelistas. Si tuviera que elegir una metáfora, exagerada para ser pedagógico, diría que el presidente y su mujer se comportan como caníbales haciendo apología del vegetarianismo.
Mientras más avanzan en las prácticas de distribución discrecional de los fondos públicos (solo falta arrojar billetes desde helicópteros), más recrudece la incorporación de promesas tomadas del discurso de la oposición. Por primera vez en muchos años, el envío del presupuesto al Congreso no aparece acompañado del pedido de poderes especiales para el jefe de gabinete (una facultad que permite la total reestructuración por el poder ejecutivo, del presupuesto nacional aprobado por el congreso).
Nunca como en estos últimos días, arreciaron los discursos académicos y de gabinete por parte del Gobierno para poner fin a los planes sociales groseramente clientelares y su reemplazo por políticas sociales universales. Por primera vez, funcionarios del Gobierno que en dos años ha ya superado a los dos gobiernos anteriores en la aprobación de decretos de necesidad y urgencia (de dudosísima constitucionalidad) han comenzando a expresar la posibilidad de suprimirlos.
No es que uno sea excesivamente suspicaz, pero cuando la limosna es grande no hace falta ser santo para desconfiar.
Hace pocos días, los dos mayores diarios de circulación nacional informaron sobre el restablecimiento del servicio de tren entre Buenos Aires y la provincia de Tucumán en el norte del país. La noticia, que destacaba el alto nivel de aceptación social del tren, incluía algunos detalles interesantes. El "restablecimiento" del servicio se hará con un único viaje de prueba durante el 2005. Más precisamente, el día 17 de octubre, día de la lealtad peronista. Cuando yo era niño, el tren fantasma del parque de diversiones funcionaba por lo menos con regularidad todos los fines de semana.
El autor es abogado y profesor en la Universidad de Buenos Aires
